sábado, 24 de agosto de 2019

HAMLET Y NUESTRO GOBIERNO MUNICIPAL






Muchos ciudadanos de Alicante nos debatimos muchas veces, como Hamlet,  entre “ser o no ser”, porque la tentación nos pide dejar de pertenecer a una sociedad en la que los valores éticos, el esfuerzo, la responsabilidad, etc., han sido sustituidos por el dinero, el poder, la corrupción, cuando no por un pasotismo que deviene en el abandono de las mínimas obligaciones de convivencia.


Y así está nuestra ciudad. Anegada de pasotismo, de suciedad y de irresponsabilidad, ¿Tendremos que seguir, otra vez a Hamlet y preguntarnos “¿Qué es más noble para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la azarosa fortuna o tomar armas contra un océano de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas?”


Algunos lo estamos haciendo, con las armas de la palabra y la denuncia, sin que sintamos los nobles efectos de la autoridad bien entendida, porque tememos que nuestro gobierno municipal también sigue a Hamlet y opina: “… que con solo dormir ponemos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos…”, porque ¿Qué otra cosa podemos suponer de quienes, teniendo la responsabilidad de mantener el orden y la limpieza en nuestra ciudad, parecen estar constantemente durmiendo?


Les pedimos que abandonen sus confortables despachos y salgan a la calle a demostrar que son dignos de recibir el salario que tan diligentemente se han asignado tan pronto se han repartido los sillones.


Obras sin acabar o mal resueltas, jardines sin mantenimiento, empresa de limpieza que no cumple con su cometido, ciudadanos con conductas incívicas sin sancionar y un largo etcétera son cuestiones que se vienen planteando de modo continuo y no se resuelven por razones que se nos escapan y que preferimos creer se deben a ineptitud de quienes gobiernan antes que a actos de corrupción.


Y finalizando con Hamlet: … ¿Quién querría sufrir …  del fuerte la injusticia, del soberbio el áspero desdén, las demoras de la ley, del empleado la insolencia, la hostilidad que los mezquinos juran al mérito pacífico, pudiendo de tanto mal librarse…?


Invito a todos los ciudadanos a que, como yo, expresen su malestar por el desgobierno de nuestra querida ciudad de Alicante.

martes, 20 de agosto de 2019

ALICANTE Y SUS CIRCUNSTANCIAS


Nuestra ciudad, Alicante, de la que nos hemos sentido siempre orgullosos, atraviesa hoy unas circunstancias lamentables, gracias al esfuerzo de parte de ciudadanos, cuyo comportamiento es, al menos, incívico.

¿Serían estas las circunstancias si hubiera un equipo de gobierno municipal que ejerciera su autoridad? Me temo que debemos modificar para Alicante la frase de Ortega y Gasset en el sentido “Yo soy Alicante y mis circunstancias”

Supongo que el equipo de gobierno no se tomará a mal que les llame “circunstancias”. Podría haber elegido otro apelativo más duro, pero tendría que aplicar delante lo de “presunto”, por si acaso. 

En tiempos de servicio militar obligatorio, al referirse a la capacidad del soldado para enfrentarse a los avatares de la lucha, se incluía la frase “valor, se le supone”, si aún no había tenido oportunidad de actuar. De nuestro gobierno municipal, tan poco activo fuera de sus cómodos y frescos despachos, deberé decir “autoridad, ni por asomo”.

Pero, volviendo al “Alicante y sus circunstancias”, tenemos en nuestra ciudad sendos hitos que cualquier capital mostraría orgullosa y cuidaría con esmero. Por citar dos: El MARQ y El Castillo de Santa Bárbara y su monte Benacantil.

Respecto al segundo, quien se haya acercado a este blog (http://alicanteciudadmuda.blogspot.com/) habrá tenido oportunidad de hacerse una idea, leyendo la serie de entradas Crónica de la desidia: El Castillo de Santa Bárbara.

En cuanto al MARQ, uno de los museos mejor considerados de Europa, es como el precioso regalo envuelto en papel feo. Y ese papel feo es su entorno, que contrasta duramente con el cuidado interior.


Una acera estrecha ocupada por una línea de árboles agonizantes, cuyos alcorques muestran, en las grietas de la tierra que contienen, la absoluta falta de riego. Una acera en la que hay, al menos, cuatro alcorques vacíos, porque la defunción de los árboles ya se produjo. Una acera en la que los orines dejan huella que nadie se molesta en borrar.


 Una calzada en la que los imbornales repletos de suciedad y de hojas muestran el escaso interés en su mantenimiento, amén de la escasa esperanza en que se produzcan lluvias.