jueves, 5 de abril de 2012

Lo que hacemos y lo que debíamos hacer


Resulta extremadamente curioso que las personas seamos  más propensas a participar en asuntos que están distantes antes  que en aquéllos que, por su cercanía, nos afectan e, incluso, pueden ser más importantes para  nuestra vida personal presente o futura y para el progreso de la misma sociedad.

Así, todos nos sentimos generosos y solidarios con tal o cual país que sufre hambruna o terremoto antes que por aquélla persona que vive cerca, quizá debajo de un puente. ¿será porque es más fácil no saber a quién ayudamos y así nos evitamos el sentirnos responsables de su situación?

Nos parece que reclamar esto o aquello a los gobernantes de turno es “meternos en política”, cuando en realidad cualquier intervención que hagamos mediante voto, reclamación, opinando, etc. no es más que el ejercicio de la responsabilidad que , como ciudadanos, nos compete y es, a la vez, la fuerza para exigir los derechos que nuestras propias leyes nos otorgan y que, tantas veces ,el poder olvida. Sin embargo, está muy extendida la práctica de clamar contra cualquier dirigente, organismo o funcionario público, cómodamente sentados en la terraza de un restaurante ,ante una humeante taza de café o una copa de licor. ¿Para cuándo la acción de presentar un reclamación formal, por escrito, bien en solitario o a través de alguna de las entidades vecinales o de carácter social? ¿Nos hemos planteado la posibilidad de que lo que percibimos como mala actuación, omisión, indiferencia, no sea más que el reflejo de nuestra propia forma de encarar los asuntos?

¿Cuántas veces, ante una situación que no nos gusta, hemos planteado una propuesta para solucionarla? Es, sin duda alguna, mucho más fácil plantear una protesta, porque la propuesta exige pensar en soluciones y eso plantea un esfuerzo adicional que no es fácil arrostrar. Por supuesto que , no pocas veces, después de la propuesta viene la protesta, pero vendrá cargada de la fuerza que le otorgan más razones; las que hemos sido capaces de aportar como soluciones y no han sido atendidas, no por su dificultad o imposibilidad, sino por el hecho llano y simple de que han sido planteadas  desde estamentos ajenos al gobierno, sin más explicación.

Parece que nos da reparo reclamar nuestros derechos, aunque por esencia son irrenunciables. Nos planteamos las cosas y pensamos, o decimos:”total para qué” y, en ése preciso momento, estamos reconociendo que no es posible cambiar las cosas, invalidando la propia esencia de la democracia, como libre expresión de la ciudadanía.

Sin el silencio del corrupto, o cómodo, o miedoso, o cómplice, o indiferente  ¿sucederían cosas como las que conocemos a diario a través de los medios de comunicación?

Será cuestión de que nos planteemos seriamente si lo que vamos a legar a quienes nos sucedan es un montón de basura, de deudas o, por el contrario, la ilusión de una sociedad mejor en la que el esfuerzo, la honradez, el respeto, la solidaridad, hagan inviable la existencia de ciudadanos de tercera .

1 comentario:

  1. Como expresión de mi absoluto acuerdo con lo expuesto, voy a permitirme este comentario:
    El ser humano es el único ser de nuestro planeta que cuenta con una herramienta que es la que le ha hecho llegar a ser lo que es: la palabra
    La palabra le permite la comunicación con otros seres humanos, intercambiar información.
    Pero a veces esta herramienta se utiliza inapropiadamente, por desconocer su verdadero significado y/o su correcto uso.
    Esto es lo que ocurre con el término política, que a fuerza de relacionarlo con la actividad “cuasi” profesional de l@s politic@s, queda “contaminado” por esta.
    El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, entre las diversas acepciones que da al término "Política", indica: "Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo".
    Hacer Política (con mayúsculas) es, pues, intervenir en los asuntos públicos, los asuntos que nos afectan a todos, y quien no lo hace así, se convierte en cómplice por omisión de lo que sucede en lo Público.
    Hay un refrán que dice: “Quien calla, otorga”.

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