domingo, 23 de febrero de 2020

NAVEGANDO ENTRE LA DESIDIA Y LA PREPOTENCIA


Navegando entre la desidia y la prepotencia, el consistorio alicantino se dedica a los ágapes y festejos, manteniendo (o mejor, abandonando) a la ciudad a su suerte.


Así, ignorando los actos incívicos, los incumplimientos de las empresas contratadas y la confianza recibida en las urnas,  la dejación de la  obligación de inspeccionar el estado de la ciudad es flagrante, sin que las peticiones, sugerencias o reclamaciones de los ciudadanos encuentren eco entre las piedras del edificio municipal, más acordes con un sepulcro, dado el silencio de los políticos que lo ocupan.


La ciudad se cae a pedazos sin que importe ni la belleza de su patrimonio (reducido, lamentablemente, a escasas muestras) ni la seguridad de los ciudadanos, que se ven obligados a transitar por aceras huérfanas de arbolado, cuyos alcorques son trampas mortales y cuyo pavimento, merced a la escasa calidad de los materiales y la no mejor de su colocación es, a menudo, un claro impedimento para los viandantes.


Jardines, parques, mobiliario urbano obsoletos, abandonados, rotos…calzadas llenas de baches ; donde lo que no se ve queda, a menudo, oculto por la suciedad que no se retira, para estímulo de quienes, no amando la ciudad abandonan enseres y basura, conscientes de que no van a empeorar el aspecto de las deterioradas calles.


La ciudad es, hoy, merced a nuestros políticos, el último lugar donde querría un alicantino residir, pese a sentirla como propia.

(Fotografías actuales tomadas en el Barrio de El Pla)









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