sábado, 19 de abril de 2014

TRAMPAS PARA PEATONES



            De entre los muchos métodos aplicables para conseguir reducir los efectos de la crisis, sin duda uno de los más importantes (si no el mayor) consiste en la creación de puestos de trabajo lo cual, a su vez, no es posible si no se contempla un incremento de consumo de los bienes o servicios que produce la empresa de que se trate.
            ¿Y cómo conseguir un incremento del consumo?. Uno de los métodos más socorridos es el generar la necesidad, de la que recuerdo una definición  que se daba en mis tiempos de universitario como “sensación de una carencia, unida al deseo de satisfacerla”.
            Esto, aplicable a cualquier empresa o negocio, sea cual sea su índole, encuentra ahora un campo abonado por la inestimable y presunta ayuda de nuestro municipio, contando-por supuesto- con la presunta inoperancia de los servicios de inspección de las respectivas concejalías, que se aplican presuntamente y sin cesar en  hacer la vista gorda ante las incidencias que se generan en la vía pública, susceptibles de ocasionar accidentes a los ciudadanos.
            Un ejemplo práctico es el de los alcorques de los árboles ornamentales que hay en las aceras. Podemos encontrar: con árbol, sin árbol, con cubre alcorque, sin éste, con éste roto, alcorques profundos como abismos y, sin duda, algún tipo más que otro ciudadano más observador que yo pueda descubrir a poco que se dedique a ello.
            Creo, sin embargo que los que más contribuyen a la creación de accidentes, son los alcorques vacíos. Esos que un día, tal vez lejano, perdieron su árbol por la sequía, el mal cuidado o un ataque vandálico y que han sido condenados, de por vida, a ser tierra yerma. En estos no hay redención posible. Si uno cae no tiene a dónde agarrarse y de aquí a la consulta del traumatólogo, sin remedio.
            La proliferación de clínicas de traumatólogos y fisioterapeutas han experimentado, gracias a estas valiosas colaboraciones, un despegue sin parangón, lo que viene a demostrar –una vez más – que no hay mal que por bien no venga (siempre que el mal no me venga a mí, claro).
            No sé si la carencia de verde en los alcorques tiene una influencia fundamental en la evolución de la crisis, pero aventuro que aquéllos que han conseguido su puesto de trabajo gracias a los accidentes urbanos están sumamente agradecidos por ello, lo que no quiere decir que se alegren con la desgracia de quienes han sido “favorecidos” por el infortunio cuando miraban hacia adelante sin saber el peligro que tenían a sus propios pies.




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