domingo, 29 de enero de 2017

LOS MISERABLES





No me estoy refiriendo, en este caso, a la -tantas veces reproducida-obra de Víctor Hugo, ni pretendo plagiar (algo de lo que lamentablemente hemos tenido noticias recientes a cuenta del plagio realizado por un rector universitario) el nombre de la misma. Simplemente aprovecho la acepción que presenta la R.A.E.  de miserable como “mezquino, perverso, canalla” para aplicarla a cuestiones como la que expongo a continuación.

Quienes, con mejor o peor habilidad, formamos parte de la comunidad de personas que utilizan los medios de comunicación social y lo hacemos con el ánimo de aportar algo, aunque no siempre lo consigamos, hemos sido testigos de los brutales e inmisericordes ataques e insultos vertidos en las redes tras la muerte de Bimba Bosé, a quien únicamente he conocido a través de su presencia en televisión, por lo que mis palabras no están condicionadas por una relación de amistad o proximidad.

Me parece totalmente repugnante que haya personas (¿) que se hayan lanzado a proferir contra Bimba Bosé toda serie de adjetivos que más que calificativos son incalificables, en base a una pretendida …¿una pretendida, qué?...¿Es que, acaso, una persona no tiene derecho a ser, actuar, pensar, decidir…como le apetezca, haciendo uso de la libertad que nuestra sociedad le concede, con la simple obligación de no vulnerar los derechos de otra persona?.

¿Acaso el simple hecho de que no nos guste una persona es suficiente para insultarla o agredirla de otro modo? Si así fuera, no quedaría ninguna persona libre de ello, por cuanto, de uno u otro modo, todos somos distintos y, con mucha frecuencia, antagónicos. ¿Acaso el ser diferentes es malo?

Nadie nos obliga, al menos en España, a ser como “el otro” y solo resultan comprensibles, aunque no justificables, las actitudes de quienes sintiéndose incapaces de igualar a ése “otro”, le envidian tanto que lo exteriorizan de manera rencorosa, con sus palabras.

Quienes hacemos uso de las redes sociales o cualquier otro medio de comunicación con ánimo de transmitir acontecimientos, ideas, de manera constructiva, deberíamos rechazar de plano y dar la espalda con nuestro silencio a quienes optan por la agresión y el insulto, de manera que se dieran cuenta de que no tienen sitio entre nosotros. Pero esa exclusión la provocan ellos mismos, que no culpen a quienes no comparten sus ideas o comportamientos.

Afortunadamente, son muchas las voces que se han alzado en contra de quienes no aceptan otras razones que las propias y no pierdo la esperanza de que el ejemplo de quienes repudiamos esas actitudes consiga, al fin, acabar con  ellos, los miserables.



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