lunes, 9 de enero de 2017

PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD



            Dando cumplimiento a una de mis aficiones, caminar, con frecuencia dirijo mis pasos hacia nuestro querido Benacantil, tantas veces protagonista de  fotografías. En todas mis caminatas siempre enfoco la cámara a la “Cara del Moro”, que debe ser una de las pocas cosas en la que estamos de acuerdo todos los alicantinos, hasta el tripartito, que ya es decir.

            Normalmente, la Cara del Moro es la fotografía que viene a dar el punto final a mi caminata, por dos cuestiones: la principal, que me gusta y viene a reafirmar mi deseo de seguir en esta ciudad, tan mal tratada por ciudadanos y políticos; la segunda, porque con su visión se me quita el sabor amargo que me produce comprobar cómo, día tras día, el símbolo que mejor representa al monte Benacantil es el que marcan sus mal cuidados accesos, sus muretas rotas, sus árboles abandonados, sus piedras desprendidas y, ¡cómo no!, la lamentable huella con que algunos (bastantes, por desgracia) propietarios de mascotas, nos recuerdan lo poco que a ellos les importa nuestra ciudad.

            Cada cierto tiempo, la prensa se hace eco de las declaraciones  con que, desde el Ayuntamiento de Alicante, se  proclaman  a favor de que el Castillo de Santa Bárbara, que ocupa la cima del Benacantil, sea declarado Patrimonio de la Humanidad y uno, que se adhiere a ese interés, pero comprueba, día tras día, que el interés de los regidores del Ayuntamiento no se refleja en el estado del monte ni de la fortaleza, se pregunta si vive en la misma ciudad o sus ojos están tan deteriorados que solo ve ruina y suciedad.

            Hace demasiados años que los regidores de nuestro Ayuntamiento, alérgicos, al parecer al mantenimiento de los bienes de la ciudad, han permitido que estos se deterioren. El Castillo de Santa Bárbara, el de San Fernando, el Parque del Palmeral, el Parque del Pau 5…son ejemplos del abandono, que cualquiera puede comprobar, sin necesidad de ser un experto en infraestructuras ni arquitecto. Me pregunto, ¿cómo queremos que sea Patrimonio de la Humanidad lo que ni siquiera cuidamos como  Patrimonio Nuestro?




            Cierto que hay cosas en las que el culpable directo es el ciudadano que no actúa como tal, pero quienes tienen a su cargo el mandato de ordenar, cuidar, mantener, informar, sancionar, deben cumplir con su obligación y no lo hacen. 

            Si es que, en algún momento, llegaron a pensar que gobernar la ciudad consiste en asistir a actos y recibir aplausos, está claro que cometieron un error. Gobernar no es fácil y hay que estar dispuesto a tomar medidas enérgicas cuando algo da señales de no funcionar adecuadamente. El no hacerlo trae consecuencias de difícil solución que, de prolongarse, se enquistan. Si hay dudas, fijémonos en “el botellón” y sus resultados.

            Pero ese es un tema para otro día…

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