domingo, 20 de octubre de 2013

MIERDA





            Algunos de los que lean esta página podrá catalogarme de grosero o mal hablado (escrito, en este caso) pero correré ése riesgo, porque lo que no puede suceder es que esté uno viendo todos los días lo mismo y se calle, con lo cual está dando carta blanca a los que actúan incivilizadamente y a aquéllos que lo consienten que, obviamente, son los políticos que gobiernan.

            Es claro que la mayoría de las personas buscan el recinto construido al efecto para depositar el resultado de sus digestiones. No adoptan, sin embargo, un criterio similar algunos propietarios de perros, a los que parece les divierte ver al resto de ciudadanos haciendo equilibrios y dando saltos para no pisar el “regalo” con que sus canes nos han favorecido.

            Así, la ciudad en su conjunto es un auténtico “cagadero” en el que los ciudadanos cumplidores de la ley, educados bajo la consigna de “no molestar” nos sentimos impotentes, al no vernos respaldados por las autoridades (en este caso, incompetentes).

            Más aun, como la parte construida de la ciudad no es suficiente para desplegar las habilidades defecadoras de los sufridos canes, sus propietarios no tienen inconveniente en facilitarnos también su observación en zonas lúdicas y ajardinadas. Una de ellas, por lo que he podido comprobar, es muy del agrado de estos ¿ciudadanos?; el Castillo de Santa Bárbara, cuyos senderos exponen un amplio muestrario de su civilizada actuación.

            Es lamentable que una de las pocas zonas de esparcimiento que tiene la ciudad haya quedado reducida a ser el retrete a cielo abierto de los animales que, siendo bautizados como “el mejor amigo del hombre” ven recaer sobre ellos las fobias de aquéllos otros hombres que, sin decidirlo voluntariamente, se ven-no pocas veces-castigados con tan desagradables elementos.

            Más de uno dirá:”seguro que se resolvería el problema si la mierda estuviera en la puerta de tal alcalde o concejal”. Y, segura y lamentablemente, los hechos suelen dar la razón.

            Otro día hablaré, por otras razones, también lamentables, del Castillo de Santa Bárbara.

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