jueves, 31 de enero de 2013

DIARIO DE UNA AUSENCIA




DOCEAVO DIA.-Hoy toca, de nuevo, lavadora en cuyo tema ya voy adquiriendo experiencia que me servirá, según dice ella (sic)”para cuando me quede viudo”, lo cual sería como contradecir las normas básicas de la naturaleza; a saber: el más débil es el que antes “la palma” y no creo que, a estas alturas alguien tenga dudas sobre quién es el más débil. Bueno, a lo que iba. Mientras la lavadora hace su trabajo yo hago los otros: airear la casa, ducharme, afeitarme, etc.
Tiendo la ropa y dejo listo el baño. La casa está fría, pero el día también ha amanecido así, de manera que cierro de nuevo. Desayuno y escribo un poco.
Ayer hablé con Mb para ver a qué hora abría la tienda y hoy me planto allí justo cuando su marido la está ayudando a abrirla. Nos saludamos y damos noticias. Recojo los tres paquetes de velas para P. Quedamos en que , cuando vuelvas, la llames para quedar un día en ir a comer.
Cuando llego a Calpe P está ocupado, así que me siento en el último banco de la iglesia. Admiro el último fresco que han pintado junto al altar y que representa a Jesús y los pescadores recogiendo las redes llenas de peces. También rezo un poco, cosa que he descubierto con los años que no me causa ningún trauma y como es lo que me apetece, pues eso.
Cuando queda libre P hablamos de varios temas. Como hace un día extraordinario decidimos ir hacia la playa a comer. Nos sentamos en plan extranjero, en una mesa sol y sombra, cara al mar y pedimos el menú del día.
Entre bocado y bocado admiramos el espectáculo de la mar en calma, sus tonos azules, las suaves olas y el cielo limpio que no parece sino una prolongación del mismo mar.
A lo lejos, varias barcas vuelven a puerto y las gaviotas forman figuras revoloteando sobre ellas y, de cuando en cuando, lanzándose en picado para recoger algún pescado.
La semana que viene es su “cumple” (el de P) y empezará a hacer gestiones para su jubilación y a esperar destino, porque tiene intención de seguir en la brecha y no me extraña, se siente acogido por la gente. Como siempre, paramos continuamente a saludar a personase que me presenta. Ya conozco  a medio pueblo.
En la mesa de al lado se sienta un matrimonio que resulta ser de Santapola y conocían a P. hablamos y resulta que conocen a P y RM; quedamos en transmitir los saludos a cada uno.
Cuando vamos a pagar nos dicen que el dueño invita. Le damos las gracias y nos vamos andando tranquilamente hacia donde he dejado el coche.
Quedamos en fijar una reunión para el mes de marzo.
Me dedico a preparar este diario antes de cenar y hasta aquí llego. Ya seguiré.
Veo un par de capítulos de la serie “The Pacific”, sobre la guerra de los americanos contra los japoneses. De una realidad asombrosa y con escenas lo suficientemente crueles y duras como para odiar la guerra más que a nada. Durante unos minutos, en un asalto a un poblado en el que los japoneses se escudaban en los civiles, uno de los protagonistas encuentra a una mujer gravemente herida. Esta, con la mirada y los gestos le induce a aproximar su fusil y apoyarlo contra un ojo, suplicando por que acabe su dolor. El soldado, después de unos breves instantes de duda aparta el arma y abraza tiernamente a la mujer, acariciándola, hasta que esta fallece. A partir de ahí, el soldado que había matado a muchos enemigos, siente algo en su interior que le hace cambiar.
Me voy a la cama. Espero que tú y tus amigas lo estéis pasando bien. Besos y que descanséis. Hasta mañana

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