A estas alturas, seguro
que no descubro nada nuevo si manifiesto que la ciudad de Alicante está hecha una
porquería, con la suciedad campando a sus anchas propiciada, en parte, por la “generosa”
colaboración de los ciudadanos poco cívicos que tienen mascota y que las
consideran no un ser vivo con unas necesidades que hay que cuidar, sino como un
juguete más que no necesita aprender a vivir en sociedad y que puede soltar sus
deyecciones, ya líquidas o sólidas, en cualquier parte. Perdón: excepto en la
propia casa de su dueño.
Esto, unido a la clásica
laxitud que, al menos hasta el momento, han mantenido nuestras autoridades
municipales, han dado lugar a esta ciudad cuya belleza queda opacada por la
suciedad y los malos olores.
Las últimas elecciones
han ofrecido unos resultados todavía inciertos, puesto que ignoramos qué tipo
de alianzas van a concretar los distintos grupos, en aras de llegar a dirigir
la ciudad con una cierta serenidad y sin sobresaltos.
¿Será la limpieza y el
control de las mascotas una de sus prioridades o nos pretenderán colar alguna “gran
obra” de dudosa utilidad, elevado coste y mal acabada, como es costumbre?
Mientras llega eso, ilustro
a continuación lo que debe ser un comportamiento cívico y, a continuación, el
nada “idílico” resultado del incivismo.