Mientras nuestros políticos se rinden ante
los cantos de sirena y los sustanciosos cheques de las multinacionales de la energía,
nuestra dependencia en este campo de países no muy fiables, como Rusia o
Argelia, nos coloca en una delicada situación en el caso de que, por h o por b,
alguno de ellos decida "cerrar el grifo" o poner unos precios al gas
que lo conviertan en un lastre para la economía. Otro tanto sucede con el
petróleo, pese a que las posibilidades de obtener energía alternativa en
nuestro país son superiores, con creces, al del resto de los demás componentes
de la Unión Europea quienes no tienen problema en aprovecharla incluso con la
aportación de empresas españolas que han alcanzado un nivel técnico y
experiencia considerables en ese sector.
La actual crisis de Ucrania ha hecho
aflorar la posibilidad de que el Sr. Putin ponga en marcha la amenaza del corte
de suministro de gas, lo cual tiene atados de pies y manos a la Unión Europea,
impidiéndole hacer efectivos medios de disuasión que convenzan al gobierno ruso
de la necesidad de no generar tensiones que lleven a perturbar la paz en el
continente, cosa que no parece importar mucho a este, ansioso por recuperar el
poderío que tuvo la extinta Unión Soviética, mermado por las sucesivas
deserciones de las regiones que quisieron ser independientes.
Como en casos anteriores
ha ocurrido en otros países de su entorno, en Ucrania han sido los políticos
los encargados de hacer aflorar rivalidades y odios entre gentes que convivían
sin grandes problemas hasta que se les inyectó el veneno de sus diferencias y
superioridades. Como un reguero de pólvora, uno u otro bando se han
sentido inflamados por el afán de poder, ignorantes de que en un enfrentamiento
siempre hay daños y que en una guerra todos son víctimas, especialmente
los más débiles y ajenos al conflicto.
Mientras, el Sr. Obama, "nuestro
amigo americano", aprovechando que su país está bien lejos, pretende
involucrarnos en sus políticas de sanciones y nos echa en cara el que seamos
poco enérgicos a la hora de enfrentarnos a Rusia. Esa lejanía y su independencia
con relación a las fuentes energéticas le permiten alzar la voz
con la seguridad de que, en todo caso, si llegara lo inevitable, la Organización
del Tratado del Atlántico Norte es un buen escudo que parará el primer golpe y
dificultará el que EEUU sufra daños.
Así las cosas, nuestros políticos, lejos
de sopesar los pros y contras de las energías alternativas, fijan todo su
interés en convencernos de lo caras que resultan estas instalaciones, obviando
que a largo plazo son mucho más rentables por ser menos contaminantes que el
petróleo, el carbón y no digamos la energía nuclear con unos ciclos de
vida de los desechos que pueden durar cientos de años, generando un
peligro potencial enorme por la posibilidad de contaminación, al ser de difícil
almacenaje.
Pero ellos, los políticos, seguros
de encontrar un asiento en los consejos de administración de petroleras y
eléctricas, faltos de todo sentido ético ,solo absortos en sus intereses personales no contemplan un
futuro mayor que el de sus propias vidas, poniendo en peligro, sin dudarlo, también
las vidas de sus descendientes y, por tanto, ¿puede extrañarnos, acaso,
que les importen un rábano las nuestras?