miércoles, 25 de abril de 2018
FORMAS DE ENTENDER LA DEMOCRACIA
SE ALQUILA
Modo de uso:
1.-Coloquense ambos elementos uno frente al otro
2.-Conectar ventilador a la red eléctrica y pulsar interruptor
jueves, 19 de abril de 2018
SEÑAS DE IDENTIDAD
Si hay algo en nuestra ciudad de Alicante que nos identifica,
es el Castillo de Santa Bárbara. Está ligado de manera indisoluble a la
historia y es un hito paisajístico de primera magnitud.
Si hay algo que identifica a nuestros ciudadanos, es la
apatía con que se trata todo aquello que no es personal (y aún esto, diría yo).
Quizá sea por ese “menfotismo” típicamente alicantino.
Si hay algo que identifica a nuestros políticos (y no me
refiero “solo” a los de esta legislatura ni a los que gobiernan) es su
desinterés por la ciudad, que ha ido cabalgando durante demasiado tiempo a
galope de la piqueta, haciendo desaparecer buena parte de nuestra riqueza
monumental.
Pues bien, vuelvo al Castillo de Santa Bárbara. Y en este se
reúnen la apatía de los ciudadanos y el desinterés de nuestros políticos.
No hablo por hablar; cualquiera que decida encaminar sus
pasos ya sea por la carretera de acceso, ya por sus caminos o veredas, se
encontrará con todo esto (y más, seguramente, si es buen observador):
- -
Árboles y arbustos secos, los unos
tumbados porque ni se sabe el tiempo que hace de su defunción, los otros
todavía en pie, ¿hasta cuándo?
- -
Muretas rotas, algunas ni siquiera tienen
cerca las piedras que las conformaron
- -
Piedras sueltas por doquier
- -
Caminos en estado calamitoso, sin ningún
atisbo de conservación
- -
Fugas de agua en las escasas zonas donde
hay riego
- -
Señalización inexistente o en mal estado,
con textos ilegibles
-
-Pintadas y grafitis que no han respetado
ni siquiera las viejas piedras de la fortaleza y que perduran ajenas al paso
del tiempo.
Por
si fuera poco, nos encontramos con vestigios de la utilización, durante la
Guerra Civil, de la fortaleza, que están totalmente desprotegidos. Una placa no
fácilmente localizable en un lateral, sin mayores explicaciones, vigila a buen
número de grafitis grabados sobre las losas del pavimento, que carecen de toda
protección y son pisadas por los visitantes. No sé si será una forma de
interpretar la Memoria Histórica.
En
fin, un cúmulo de circunstancias que califican por sí solas el abandono.
¿Algún
día cambiarán las cosas?
viernes, 13 de abril de 2018
CIVILIZACIÓN
Según
se dice, una sociedad muestra su grado de civilización por el cuidado que
presta a los animales. Seguramente así debe ser ahora, cuando se aplican a los
que utilizamos en nuestra alimentación métodos de sacrificio presuntamente
menos dolorosos que los de antaño, aunque temo que nadie ha consultado a estos
seres para pedirles su opinión.
En el
edificio donde vivo, un nuevo inquilino ha decidido compartir su vida con un
perro, no con los vecinos. Si su amor hacia el animal no parece tener mucha
compatibilidad con sus esfuerzos por mantenerlo en condiciones de higiene, ésto,
lógicamente, ha tenido sus consecuencias en forma de malos olores, suciedad, problemas
de índole sanitaria, etc. que han afectado a la tranquila convivencia de otras
épocas.
Los
vecinos, hartos de que las peticiones educadamente llevadas a cabo carecieran
de la correspondiente respuesta del individuo en cuestión, procedimos a
denunciar la situación en Sanidad y Maltrato Animal.
Sorprendentemente,
quienes se ocupan de la protección animal han acudido tres veces en el espacio
de un mes a comprobar la situación del mismo, en tanto que nadie ha venido a
preocuparse por los problemas que sufren los vecinos ante la falta de cuidado e
higiene del perro.
Uno
no entiende, pese a su amor hacia los animales, que tenga preferencia la
situación del animal (recordemos que es irracional) con referencia a las
personas (recordemos que también son animales, aunque racionales) y llega a
cuestionarse si eso de la “civilización” implica estos comportamientos.
Resulta
decepcionante para los ciudadanos que cumplen con sus obligaciones como tales,
comprobar como son considerados como “de segunda” con relación, en este caso,
con el perro aludido.
Uno
entiende, tras esta situación, el escaso interés de nuestras autoridades
municipales en sancionar a quienes ya en la vía pública, ya en jardines o en
las esquinas de los edificios, miran amorosamente a sus perros, mientras
depositan sus excreciones en cualquier parte.
Así
tenemos una ciudad digna de quienes la gobiernan, pero no la merecida por
tantos y tantos ciudadanos que no se ven atendidos por las malas prácticas de determinados
propietarios de perros cuya idea de “cuidarlos” no trasciende más allá de
proporcionarles la comida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)