Si hay algo en nuestra ciudad de Alicante que nos identifica,
es el Castillo de Santa Bárbara. Está ligado de manera indisoluble a la
historia y es un hito paisajístico de primera magnitud.
Si hay algo que identifica a nuestros ciudadanos, es la
apatía con que se trata todo aquello que no es personal (y aún esto, diría yo).
Quizá sea por ese “menfotismo” típicamente alicantino.
Si hay algo que identifica a nuestros políticos (y no me
refiero “solo” a los de esta legislatura ni a los que gobiernan) es su
desinterés por la ciudad, que ha ido cabalgando durante demasiado tiempo a
galope de la piqueta, haciendo desaparecer buena parte de nuestra riqueza
monumental.
Pues bien, vuelvo al Castillo de Santa Bárbara. Y en este se
reúnen la apatía de los ciudadanos y el desinterés de nuestros políticos.
No hablo por hablar; cualquiera que decida encaminar sus
pasos ya sea por la carretera de acceso, ya por sus caminos o veredas, se
encontrará con todo esto (y más, seguramente, si es buen observador):
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Árboles y arbustos secos, los unos
tumbados porque ni se sabe el tiempo que hace de su defunción, los otros
todavía en pie, ¿hasta cuándo?
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Muretas rotas, algunas ni siquiera tienen
cerca las piedras que las conformaron
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Piedras sueltas por doquier
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Caminos en estado calamitoso, sin ningún
atisbo de conservación
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Fugas de agua en las escasas zonas donde
hay riego
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Señalización inexistente o en mal estado,
con textos ilegibles
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-Pintadas y grafitis que no han respetado
ni siquiera las viejas piedras de la fortaleza y que perduran ajenas al paso
del tiempo.
Por
si fuera poco, nos encontramos con vestigios de la utilización, durante la
Guerra Civil, de la fortaleza, que están totalmente desprotegidos. Una placa no
fácilmente localizable en un lateral, sin mayores explicaciones, vigila a buen
número de grafitis grabados sobre las losas del pavimento, que carecen de toda
protección y son pisadas por los visitantes. No sé si será una forma de
interpretar la Memoria Histórica.
En
fin, un cúmulo de circunstancias que califican por sí solas el abandono.
¿Algún
día cambiarán las cosas?
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