Seguramente no soy el
único ciudadano que, cada día, encuentra argumentos para sentirse estafado. No
solo por los políticos, que defienden a capa y espada su “status” , actuando
como generosos jefes y poniéndose sueldos a voluntad ( por supuesto, sin exigirse
titulación ni, lo que es quizá peor, productividad alguna) además de numerosas
prebendas que, al resto de los ciudadanos, deberían corresponder como derecho, para no
sufrir agravio comparativo.
Vivimos en una sociedad
en la que el amparo parece existir, únicamente, para quienes trasgreden la Ley
o son tan poderosos que pueden permitirse el lujo de pagar a expertos para que
la burlen, a través de los “atajos” de ésta, que uno no tiene claro si se pusieron
a propósito para determinadas personas. Todo sin olvidar a las empresas de
servicios como teléfono, luz. gas, etc.
Pues, volviendo a lo de
sentirme estafado, un simple ejemplo. Una factura de luz en la que he remarcado
en rojo el concepto “impuesto sobre electricidad” que vuelve a ser objeto de
imposición, como remarco en verde, bajo el concepto “IVA”.
Y uno que, seguramente,
es un ignorante, cavila y se dice: “vamos
a ver, los impuestos son del Estado, por sí mismos no generan valor añadido,
entonces ¿por qué se les aplica el Impuesto sobre Valor Añadido?
Y uno cae en la cuenta de
que Estado de Derecho, Estado de Bienestar, etc., son palabras, solo palabras,
que sirven para contentar a los “palmeros” de una u otra opción política,
mientras los demás ciudadanos nos preguntamos: “¿qué he hecho para merecer a éstos?”.
Aunque, mejor no me lo
pregunto, no sea que la respuesta es que eso sucede, precisamente, porque
muchos lo hacen posible, al tolerar, transigir, admitir la corrupción, mientras
se lamentan con su vecino ante un café calentito en la barra de cualquier bar
de su barrio, en lugar de actuar.