Creo,
sinceramente, que un gran número de ciudadanos españoles han aplaudido el gesto
del gobierno de España, acogiendo a las personas cuyas vidas corrían riesgo en
mitad del Mediterráneo. Creo, además, que han sido personas de todas las
opciones políticas las que han sido capaces de separar su militancia o simpatía
hacia uno u otro partido, en aras de apoyar esta actuación humanitaria.
Si
analizamos lo que sucede a lo largo del año, seremos conscientes de que nuestra
sociedad es muy partidaria de gestos. Y tener gestos es bueno, pero solo cuando
el gesto se tiene ante una situación puntual, que hay que acometer sin demora,
para evitar males.
El
tema de las migraciones no necesita gestos, necesita una política global y
continuada para evitar que quienes migran lo hagan en condiciones penosas, en
manos de mafias y jugándose la vida.
Podemos
enfocar esta cuestión desde dos visiones: la solidaria que nos impele, como
ciudadanos del mundo que somos, a empatizar con nuestros semejantes que tienen
problemas o la visión práctica, egoísta, pero que, finalmente consigue que
estas personas se integren en la sociedad y tengan una vida digna, con un
trabajo adecuado que les permita no sentirse ciudadanos de segunda.
Si
nos atenemos a la visión práctica, recientemente, un estudio alertaba de que
España es el país con menor número de nacimientos, lo que nos aboca a no
demasiado largo plazo a una situación que precisará de la inmigración para
atender los puestos de trabajo necesarios para un desarrollo sostenible.
Aún
hoy, sin ir más lejos, es de sobra conocido que hay inmigrantes prestando
servicios en atención de personas y, pregunto ¿no merecen el reconocimiento
social por ello?
Alejándonos
de esta visión interesada, vuelvo a la solidaria. Si todos los gobiernos
adoptan una política común y se arbitran los medios para que las situaciones de
los países de origen se resuelvan, podremos lograr que cesen los movimientos
masivos de personas y, además, obtener beneficio de ello, enseñándoles y
ofreciéndoles los medios de producción necesarios.
Obviamente,
esto es mucho más lento que el gesto, pero, sin duda, es la única forma de
conseguir una regulación de este asunto, que hoy es un problema, para que deje
de serlo. Para ello, en lugar de ser los países desarrollados una parte del
problema, debemos afanarnos en ser parte de su solución.