viernes, 15 de junio de 2018

GESTOS




         Creo, sinceramente, que un gran número de ciudadanos españoles han aplaudido el gesto del gobierno de España, acogiendo a las personas cuyas vidas corrían riesgo en mitad del Mediterráneo. Creo, además, que han sido personas de todas las opciones políticas las que han sido capaces de separar su militancia o simpatía hacia uno u otro partido, en aras de apoyar esta actuación humanitaria.

         Si analizamos lo que sucede a lo largo del año, seremos conscientes de que nuestra sociedad es muy partidaria de gestos. Y tener gestos es bueno, pero solo cuando el gesto se tiene ante una situación puntual, que hay que acometer sin demora, para evitar males.

         El tema de las migraciones no necesita gestos, necesita una política global y continuada para evitar que quienes migran lo hagan en condiciones penosas, en manos de mafias y jugándose la vida.

         Podemos enfocar esta cuestión desde dos visiones: la solidaria que nos impele, como ciudadanos del mundo que somos, a empatizar con nuestros semejantes que tienen problemas o la visión práctica, egoísta, pero que, finalmente consigue que estas personas se integren en la sociedad y tengan una vida digna, con un trabajo adecuado que les permita no sentirse ciudadanos de segunda.

         Si nos atenemos a la visión práctica, recientemente, un estudio alertaba de que España es el país con menor número de nacimientos, lo que nos aboca a no demasiado largo plazo a una situación que precisará de la inmigración para atender los puestos de trabajo necesarios para un desarrollo sostenible.

         Aún hoy, sin ir más lejos, es de sobra conocido que hay inmigrantes prestando servicios en atención de personas y, pregunto ¿no merecen el reconocimiento social por ello?

         Alejándonos de esta visión interesada, vuelvo a la solidaria. Si todos los gobiernos adoptan una política común y se arbitran los medios para que las situaciones de los países de origen se resuelvan, podremos lograr que cesen los movimientos masivos de personas y, además, obtener beneficio de ello, enseñándoles y ofreciéndoles los medios de producción necesarios.

         Obviamente, esto es mucho más lento que el gesto, pero, sin duda, es la única forma de conseguir una regulación de este asunto, que hoy es un problema, para que deje de serlo. Para ello, en lugar de ser los países desarrollados una parte del problema, debemos afanarnos en ser parte de su solución.

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