Nuestro insigne
Ayuntamiento de Alicante, partidario, al parecer, de las teorías evolutivas, no
pierde la ocasión de demostrar hasta que punto lleva sus actuaciones ( mejor,
la falta de ellas).
Quizá, por ello, guarda
con amoroso cuidado las charcas que, producto de las lluvias, se originan en
los desagües de la Playa de San Juan, con el objeto de que la vida se vaya
generando y podamos ser testigos de la evolución de las especies, desde las simples
algas a esos bichitos que tienen la fastidiosa costumbre de alimentarse de
nuestra sangre.
Seguramente los
visitantes y usuarios de la playa aceptarán con fingida resignación el delicioso
aroma que se desprende de los materiales en descomposición en las charcas y
verán, complacidos cómo (aquí sí) los “brotes verdes” lo son y cada día más.
Quizá para darnos esperanza en este panorama diario en el que la sensatez se va
convirtiendo en “especie en peligro de extinción”.
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