Nuestro ayuntamiento, en
la actual legislatura fue, desde su inicio, algo parecido a un gran casino. No
de aquellos situados en el centro del pueblo, en los que se reunían señores
burgueses con grandes bigotes, a tomarse el coñac, leer el periódico o jugar
una partida de dominó.
No, en Alicante ha sido
distinto. Los juegos y los jugadores. Primero probaron con el “tres en raya”,
pero es verdaderamente difícil jugarlo cuando, quienes participan, no tienen
claro que solo se puede ganar poniendo las tres fichas en la misma línea.
Intentaron después
distintos “juegos de azar” pero, como no jugaban todos, optaron por romper la
baraja.
El resultado de esta
forma de entender el juego es tan claro como ya se ha visto. No se puede jugar,
porque no hay compañero, contrincante ni
reglas ni ganas.
Uno podría entender que,
en esta situación, se creara un nivel de autocrítica tal como para conseguir un
gobierno capaz de sustituir a quienes no son capaces de cumplir, pero, cómo
hacerlo cuando lo que interesa a cada cual es su propio poder o el de “su”
partido.
Todo ello, sin considerar
a quienes miran el espectáculo desde la barrera, los unos, que dicen poco y los
otros, incapaces de reconocer abiertamente y sin paliativos que los golfos no
tienen cabida en nuestra sociedad.
Con todos estos
ingredientes, el único juego viable que se me ocurre es, lamentablemente, “la
ruleta rusa”.