Definitivamente,
este no es país para gente honrada.
Por doquier lancemos
la mirada encontramos multitud de corruptelas y corruptos. Los unos,
empresarios ambiciosos que no dudaron en “untar” a todo aquél que se dejó, para
conseguir más y mejores contratos. O, quizá empresarios a punto de quebrar que,
ante la desleal competencia de los anteriores, no supieron encontrar otro
camino para salir del agujero que el subirse al carro de la corrupción.
Los otros, políticos
de todo género y condición, de pequeños pueblos y de grandes urbes. Lanzando,
sin duda, diatribas contra sus adversarios, fueren los que fueren, en las
campañas electorales, para luego sumergirse en el fango de la corrupción, el
cohecho, la malversación…
Banqueros y
dirigentes de cajas de ahorros, como puestos de acuerdo, arruinando sin
ninguna compasión las entidades que les fueron entregadas para su buen
gobierno, convertidas por mor de su “habilidosa gestión” en pozos sin fondo,
agotados, en los que lo único que queda es el lamento de los atrapados por cuotas participativas, participaciones preferentes o
cualquier otro de ésos “productos financieros” que fueron publicitados como de
garantía y resultaron ser una estafa avalada por balances y estados de cuenta “arreglados”,
sin que organismos de control del Estado pusieran coto.
Mientras tanto,
los funcionarios, los trabajadores con nómina, los pensionistas, soportando
sobre sus espaldas el peso de esta innoble carga van viendo como su poder adquisitivo se reduce. Sufren retenciones en
sus nóminas muy superiores a ése idílico 10% de “multa” que los poseedores de
dinero negro han aflorado acogiéndose a la benevolencia de un Estado incapaz (
no quisiera que cómplice) de adoptar las medidas necesarias para controlar la
situación.
¿Cuándo
se adoptarán por los gobernantes (¿?) medidas para la recuperación económica?
¿Esperarán
a que surjan las oportunidades o se
lanzarán raudos a buscarlas?
Son muchas las
dudas de los ciudadanos de a pie, alimentadas sin duda, por la inacción de
quienes saben que, tal como están las leyes (que aquéllos mismos crearon) resulta
misión casi imposible arrojarlos de la poltrona por medios pacíficos.
Remedando el
dicho, “ con estos políticos, para qué quiere uno enemigos”.
Al menos, que no
quede por decirlo…
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