Seguramente uno de los problemas más graves que pueden
sucederle a un circo es “que le crezcan
los enanos” .Si resulta, además, que el espectáculo forma parte del
conjunto “pan y circo” la cosa se
complica y habrá que cambiar las prioridades puesto que, desaparecido el “circo” tan solo queda “pan” lo que, en una situación de crisis
no es, tampoco, muy abundante.
Las posibilidades de que “La Roja” asista, en pleno, a la Coronación de Su Majestad Felipe
VI han crecido, a la par que los citados enanos. El “circo” está en la cuerda floja y no sabemos si habrá aplausos o
nos devolverán el dinero de la entrada por imposibilidad de finalizar la
función.
Malgastado nuestro patrimonio en unas circunstancias en
las que nadie está exento de culpa, aunque haya grados de responsabilidad. ¿Qué
nos queda después del estallido de las burbujas inmobiliaria y de las
finanzas? Podemos volver la vista atrás y fijarnos en la humanidad, no como
conjunto de seres humanos, sino como sentimiento capaz de aproximarnos los unos
a los otros, al hacer posible que asumamos los problemas ajenos como propios y
ayudemos en su solución.
Hoy hay una profunda crisis que va más allá de la
sanidad, el sistema educativo, la vivienda o los servicios sociales. Hemos
pasado de ser un país desarrollado y con cierto grado de independencia a estar
esclavizados por el yugo de la macroeconomía, sabiamente administrado por el
látigo de quienes, a pesar de haber sido protagonistas del desastre, han sabido
hacerse con el mando de la situación. Hábilmente manejan las palabras a modo de
esa zanahoria que hace moverse al asno y nos aconsejan que hagamos más agujeros
en el cinturón para poder apretarlo un poco más, sin tener cierto cual es el
punto en que llegará el ahogamiento.
Sectores de población y de los partidos políticos vamos
despertando y advirtiendo que unos nos han dado las sesiones de “circo” y otros nos contentábamos con
asistir, tragando todas las representaciones sin crítica alguna. Hoy caemos en
la cuenta de que los payasos que han actuado y pretenden seguir haciéndolo, ya
no dan ninguna risa, pues parecen más afanados en mantener a toda costa su
privilegiado status que en divertirnos.
Así las cosas, entre variadas propuestas, las unas
descafeinadas y otras vacías de sentido común (¿será cierto eso de que este es
el menos común de los sentidos?), en lugar de buscar el lugar común de
encuentro y unificar criterios que acaben, al menos, con la tensión generada y
generen recursos para ir atendiendo las necesidades surgidas, seguimos cada uno
empeñado en diferenciarnos del otro, pendientes más de la forma que del fondo
de los problemas.
¿Llegará el fin de la necedad colectiva a tiempo para
poder acometer la regeneración política y social necesaria para afrontar el
futuro con ciertas garantías?
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