miércoles, 18 de junio de 2014

EL CIRCO





            Seguramente uno de los problemas más graves que pueden sucederle a un circo es “que le crezcan los enanos” .Si resulta, además, que el espectáculo forma parte del conjunto “pan y circo” la cosa se complica y habrá que cambiar las prioridades puesto que, desaparecido el “circo” tan solo queda “pan” lo que, en una situación de crisis no es, tampoco, muy abundante.
            Las posibilidades de que “La Roja” asista, en pleno, a la Coronación de Su Majestad Felipe VI han crecido, a la par que los citados enanos. El “circo” está en la cuerda floja y no sabemos si habrá aplausos o nos devolverán el dinero de la entrada por imposibilidad de finalizar la función.
            Malgastado nuestro patrimonio en unas circunstancias en las que nadie está exento de culpa, aunque haya grados de responsabilidad. ¿Qué nos queda después del estallido de las burbujas inmobiliaria y de las finanzas? Podemos volver la vista atrás y fijarnos en la humanidad, no como conjunto de seres humanos, sino como sentimiento capaz de aproximarnos los unos a los otros, al hacer posible que asumamos los problemas ajenos como propios y ayudemos en su solución.
            Hoy hay una profunda crisis que va más allá de la sanidad, el sistema educativo, la vivienda o los servicios sociales. Hemos pasado de ser un país desarrollado y con cierto grado de independencia a estar esclavizados por el yugo de la macroeconomía, sabiamente administrado por el látigo de quienes, a pesar de haber sido protagonistas del desastre, han sabido hacerse con el mando de la situación. Hábilmente manejan las palabras a modo de esa zanahoria que hace moverse al asno y nos aconsejan que hagamos más agujeros en el cinturón para poder apretarlo un poco más, sin tener cierto cual es el punto en que llegará el ahogamiento.
            Sectores de población y de los partidos políticos vamos despertando y advirtiendo que unos nos han dado las sesiones de “circo” y otros nos contentábamos con asistir, tragando todas las representaciones sin crítica alguna. Hoy caemos en la cuenta de que los payasos que han actuado y pretenden seguir haciéndolo, ya no dan ninguna risa, pues parecen más afanados en mantener a toda costa su privilegiado status que en divertirnos.
            Así las cosas, entre variadas propuestas, las unas descafeinadas y otras vacías de sentido común (¿será cierto eso de que este es el menos común de los sentidos?), en lugar de buscar el lugar común de encuentro y unificar criterios que acaben, al menos, con la tensión generada y generen recursos para ir atendiendo las necesidades surgidas, seguimos cada uno empeñado en diferenciarnos del otro, pendientes más de la forma que del fondo de los problemas.
            ¿Llegará el fin de la necedad colectiva a tiempo para poder acometer la regeneración política y social necesaria para afrontar el futuro con ciertas garantías?

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