miércoles, 1 de marzo de 2017

CARNAVALES Y CREENCIAS



     Las imágenes de los carnavales de Canarias en las que, burdamente, se pretendió insultar de manera grave las creencias de muchas personas por medio de algunos de los más importantes símbolos del cristianismo tienen, al menos para mí, varias lecturas.

     Por un lado, dando por hecho que los autores, por sus expresiones no son cristianos, si profesan otra fe, ¿aceptarían de buen grado un insulto igual?

     Por otro lado, si no creen en nada, ¿a quien pretenden ofender? Si es a los cristianos, están faltando al respeto que, como personas y ciudadanos, se merecen. Porque está claro que no pueden ofender a un Dios que, según ellos, no existe. Si están faltando al respeto, atentan contra la libertad por lo que, finalmente, actúan en contra de lo mismo que supuestamente defienden.

     A lo largo de mi extensa vida he tenido ocasión de tratar con muchas personas, con distintas creencias; ateos, agnósticos, practicantes o no de distintas confesiones religiosas; afines o no a diversas opciones políticas. Ni siquiera cuando determinadas tendencias sexuales eran duramente tratadas lo he hecho de forma irrespetuosa al otro. Al relacionarme con el otro de forma respetuosa, generalmente, he sido tratado de igual modo.

     Quienes, de manera gratuita, se dedican al insulto y a faltar al respeto sólo demuestran su incapacidad para vivir en sociedad. Su fácil recurso a “la libertad de expresión “no es aceptable, por cuanto atenta directamente contra las personas y, por tanto, no tiene cabida en una sociedad democrática.

     Seguramente son los mismos que opinan que “la mujer en casa y con la pata quebrá”; los que opinan que no hay otra opción sexual válida que la suya; los que buscan “rojos” o “fachas” en quienes son, simplemente y antes que nada, personas.

     Me causa profunda tristeza que la convivencia pacífica, nacida del respeto al otro y a sus opiniones o creencias, pretenda ser alterada por quienes no puedo considerar más que “energúmenos “incapaces de estar en paz con los demás como reflejo de su propia incapacidad.

     Hago aquí mías las palabras del Obispo de Canarias , Francisco Cases, ante este hecho, (sic): “También me he preguntado si no hay límites para la libertad de expresión, si todo vale en las manifestaciones festivas porque nada es verdad, si no hay recursos para cortar la frivolidad blasfema que ofende a muchos ciudadanos. Tenemos mucho que pensar”.

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