Las
imágenes de los carnavales de Canarias en las que, burdamente, se pretendió
insultar de manera grave las creencias de muchas personas por medio de algunos de los más importantes símbolos del
cristianismo tienen, al menos para mí, varias lecturas.
Por
un lado, dando por hecho que los autores, por sus expresiones no son cristianos,
si profesan otra fe, ¿aceptarían de buen grado un insulto igual?
Por
otro lado, si no creen en nada, ¿a quien pretenden ofender? Si es a los
cristianos, están faltando al respeto que, como personas y ciudadanos, se
merecen. Porque está claro que no pueden ofender a un Dios que, según ellos, no
existe. Si están faltando al respeto, atentan contra la libertad por lo que,
finalmente, actúan en contra de lo mismo que supuestamente defienden.
A
lo largo de mi extensa vida he tenido ocasión de tratar con muchas personas,
con distintas creencias; ateos, agnósticos, practicantes o no de distintas confesiones
religiosas; afines o no a diversas opciones políticas. Ni siquiera cuando determinadas
tendencias sexuales eran duramente tratadas lo he hecho de forma irrespetuosa
al otro. Al relacionarme con el otro de forma respetuosa, generalmente, he sido
tratado de igual modo.
Quienes,
de manera gratuita, se dedican al insulto y a faltar al respeto sólo demuestran
su incapacidad para vivir en sociedad. Su fácil recurso a “la libertad de
expresión “no es aceptable, por cuanto atenta directamente contra las personas
y, por tanto, no tiene cabida en una sociedad democrática.
Seguramente
son los mismos que opinan que “la mujer en casa y con la pata quebrá”; los que
opinan que no hay otra opción sexual válida que la suya; los que buscan “rojos”
o “fachas” en quienes son, simplemente y antes que nada, personas.
Me causa profunda
tristeza que la convivencia pacífica, nacida del respeto al otro y a sus
opiniones o creencias, pretenda ser alterada por quienes no puedo considerar
más que “energúmenos “incapaces de estar en paz con los demás como reflejo de
su propia incapacidad.
Hago aquí mías las
palabras del Obispo de Canarias , Francisco Cases, ante este hecho, (sic): “También
me he preguntado si no hay límites para la libertad de expresión, si todo vale
en las manifestaciones festivas porque nada es verdad, si no hay recursos para cortar
la frivolidad blasfema que ofende a muchos ciudadanos. Tenemos mucho que pensar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario