Buena parte de los ciudadanos pensamos
que, lógicamente, (esto excluye, lamentablemente, a no pocos políticos) no es
tan importante quien está al frente de las tareas de gobierno como el hecho de
que ejerza sus funciones de manera satisfactoria. Lamentablemente,
también, la clase dirigente está absolutamente convencida de que todo lo
hace bien y, por ello, hace caso omiso de las propuestas, quejas, sugerencias,
etc., que se le plantean por los partidos opositores, circunstancia que se
repite, a su vez, cuando quien gobernaba está en la oposición y se han cambiado
los papeles.
Siguiendo en este
contexto, la clase dirigente está empecinada en ver en los movimientos
populares toda una serie de confabulaciones, consignas, actividades, que tienen
que ver con un intento de derrocarles, de apartarles del poder. Y es un grave
error. Se les pide, simple y llanamente, que hagan lo que hagan, lo hagan bien,
correspondiendo al mandato de los ciudadanos, que no es una carta blanca para
hacer lo que les parezca, caiga
quien caiga, sino una delegación para que traten los asuntos
de todos como harían unos buenos gestores con su propia empresa; es
decir, nada de rapiña, mucho de sentido común, respeto hacia todas
las opciones y (esto ya es una aspiración muy personal) que dejen de
etiquetarse unos a otros.
Derechas, izquierdas, rojos, nazis, fachas.
Se emplean estos adjetivos con una facilidad desbordante, cuando estoy seguro
de que cualquiera de ellos no resistiría el más pequeño análisis. Somos,
la mayor parte, simplemente ciudadanos que queremos lo mejor para cada uno, que
se traduce en una sociedad en "lo mejor para todos" . A partir de ahí
podremos diferenciarnos en la forma en que pretendemos conseguirlo pero seguramente,
si nos esforzamos un poco, encontraremos
muchos más puntos de acuerdo que de divergencia. Hace falta, tan solo, buena
voluntad y eso está más que demostrado que existe. Lo único que hay que hacer
es bajarse cada uno de su caballo y empezar a caminar juntos.
¿Que habrá que renunciar y transigir? Por supuesto, pero acaso no es más beneficioso para todos remar en la misma dirección? Hay que olvidar las demagogias, los egoísmos, hay que ejercer el respeto, hay que hacer un ejercicio permanente de solidaridad. Hay que aprender que la vida en sociedad no es un conjunto de privilegios y de derechos, sino un equilibrio entre derechos y obligaciones. Esto lo hemos de tener muy claro. El Estado no tiene que ser la ubre de la que se alimenten quienes, pudiendo hacer algo, se han acomodado a abrir la boca para recibir. Pero el Estado debe proteger a quienes, indefensos, no pueden por sí mismos resolver sus problemas y carestías.
¿Que habrá que renunciar y transigir? Por supuesto, pero acaso no es más beneficioso para todos remar en la misma dirección? Hay que olvidar las demagogias, los egoísmos, hay que ejercer el respeto, hay que hacer un ejercicio permanente de solidaridad. Hay que aprender que la vida en sociedad no es un conjunto de privilegios y de derechos, sino un equilibrio entre derechos y obligaciones. Esto lo hemos de tener muy claro. El Estado no tiene que ser la ubre de la que se alimenten quienes, pudiendo hacer algo, se han acomodado a abrir la boca para recibir. Pero el Estado debe proteger a quienes, indefensos, no pueden por sí mismos resolver sus problemas y carestías.
Pero no hay que incurrir en el error de pensar en el Estado como un ente distinto a nosotros mismos. Yo , tú, el otro, somos el Estado y todo lo que se haga desde allí se hace con nuestros impuestos. Todos somos, pues, solidarios con todos y si no lo queremos así, la única posibilidad de eludirlo es buscar una isla desierta. Allí no hay que ser solidario con nadie, pero para sobrevivir será necesario imponerse obligaciones, seguramente más onerosas que las que exige la vida en sociedad.
La elección es libre
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