miércoles, 26 de marzo de 2014

CIUDADANOS Y ETIQUETAS



Buena parte de los ciudadanos pensamos que, lógicamente, (esto excluye, lamentablemente, a no pocos políticos) no es tan importante quien está al frente de las tareas de gobierno como el hecho de que ejerza sus funciones de manera satisfactoria. Lamentablemente, también,  la clase dirigente está absolutamente convencida de que todo lo hace bien y, por ello, hace caso omiso de las propuestas, quejas, sugerencias, etc., que se le plantean por los partidos opositores, circunstancia que se repite, a su vez, cuando quien gobernaba está en la oposición y se han cambiado los papeles.
Siguiendo en este contexto, la clase dirigente está empecinada en ver en los movimientos populares toda una serie de confabulaciones, consignas, actividades, que tienen que ver con un intento de derrocarles, de apartarles del poder. Y es un grave error. Se les pide, simple y llanamente, que hagan lo que hagan, lo hagan bien, correspondiendo al mandato de los ciudadanos, que no es una carta blanca para hacer lo que les parezca, caiga quien caigasino una delegación para que traten los asuntos de todos como harían unos  buenos gestores con su propia empresa; es decir, nada de rapiña,  mucho de sentido común,  respeto hacia todas las opciones y (esto ya es una aspiración muy personal) que  dejen de etiquetarse unos a otros.
Derechas, izquierdas, rojos, nazis, fachas. Se emplean estos adjetivos con una facilidad desbordante, cuando estoy seguro de que cualquiera de ellos no resistiría el más pequeño análisis.  Somos, la mayor parte, simplemente ciudadanos que queremos lo mejor para cada uno, que se traduce en una sociedad en "lo mejor para todos" . A partir de ahí podremos diferenciarnos en la forma en que pretendemos conseguirlo pero seguramente, si nos esforzamos un poco,  encontraremos muchos más puntos de acuerdo que de divergencia. Hace falta, tan solo, buena voluntad y eso está más que demostrado que existe. Lo único que hay que hacer es bajarse cada uno de su caballo y empezar a caminar juntos.
¿Que habrá que renunciar y transigir? Por supuesto, pero acaso no es más beneficioso para todos remar en la misma dirección? Hay que olvidar las demagogias, los egoísmos, hay que ejercer el respeto, hay que hacer un ejercicio permanente de solidaridad. Hay que aprender que la  vida en sociedad no es un conjunto de privilegios y de derechos, sino un equilibrio entre derechos y obligaciones. Esto lo hemos de tener muy claro. El Estado no tiene que ser la ubre de la que se alimenten quienes, pudiendo hacer algo, se han acomodado a abrir la  boca para recibir. Pero el Estado debe proteger a quienes, indefensos, no pueden por sí mismos resolver sus problemas y carestías.

    Pero no hay que incurrir en el error de pensar en el Estado como un ente distinto a nosotros mismos. Yo , tú,  el otro, somos el Estado y todo lo que se haga desde allí se hace con nuestros impuestos. Todos somos, pues, solidarios con todos y si no lo queremos así,  la única posibilidad de eludirlo es  buscar una isla desiertaAllí no hay que ser solidario con nadie, pero para sobrevivir será necesario imponerse obligaciones, seguramente más onerosas que las que exige la vida en sociedad.
     La elección es libre

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