martes, 6 de mayo de 2014

LA CIUDAD ES COSA( Y CASA ) DE TODOS



            A menudo, a través de los medios de comunicación social, expreso mis críticas sobre aspectos de nuestra ciudad, Alicante, con los que no estoy satisfecho y en los que advierto síntomas de “mal crónico” al haber podido constatar que no son situaciones esporádicas y puntuales, antes al contrario, se reproducen de modo continuo pese a que, teóricamente, existen suficientes mecanismos de inspección como para poder ser corregidos a tiempo y evitar, así, dar una mala imagen de la ciudad.
            No por el hecho de ser cierto que buena parte de los problemas derivan del escaso nivel de conciencia social que demuestran algunos ciudadanos es menos cierto que con políticas de formación, aconsejando o, en último término, sancionando se pueden paliar sus efectos. Para ello hace falta una implicación total de quienes dirigen la administración y, también, de los ciudadanos que no incumplen las normas, pero asisten impasibles a las actuaciones de quienes se comportan incívicamente.
            No es infrecuente el que aparezcan comentarios de ciudadanos a los que molestan las críticas alegando que generan una mala imagen de la ciudad. ¡Como si no fuera difícil, ya, empeorarla!
            Así, entre la desidia de quien debería gobernar y no lo hace, favoreciendo el que se genere un clima de relajación en el cumplimiento de las normas, el silencio de los que opinan que “no sirve para nada protestar” , la actuación culpable de los incívicos y la inacción de quien debe asumir las tareas para las que ha sido contratado, la ciudad dista mucho de ser “GUAPA, GUAPA, GUAPA”  ofreciendo, no pocas veces y en no pocos lugares, síntomas de degradación alarmantes, que pueden propiciar el éxodo de los vecinos con el consiguiente riesgo de hacer más progresiva dicha degradación.
            Uno tiene, a veces, la tentación de sucumbir ante tanta indiferencia y apartarse; dejar que todo siga rodando por la pendiente hasta que la situación reviente por algún  lado. Solo la seguridad de que hay que seguir en la defensa de los intereses de todos,( incluso los de quienes permanecen impasibles )  porque es una obligación ciudadana y ofrece como satisfacción la del deber cumplido, hace que colectivos e individuos de la ciudad sigamos adelante, confiando en que algo cambie, porque hay otro modo de hacer las cosas.



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