Como no podía ser de otro modo, el nuevo año nos regala,
aunque sin que los Reyes Magos hayan intervenido, un motivo para que nos
calentemos la cabeza pensando en si tendremos que pagar más ¿aún?, por los
medicamentos que nos receten en la Seguridad Social.
Desde mi punto de vista, quienes tienen que “calentarse
los cascos” no somos nosotros, los ciudadanos de a pie, que con nuestros
impuestos (lamentablemente no con los de todos, porque hay “listillos”)
contribuimos al mantenimiento de las estructuras del Estado y al salario de
quienes nos pidieron el voto para gobernar bien pero que, al final, han
incurrido en el mismo defecto que se achaca a los mercachifles. “Prometer hasta
el meter y, una vez metido, ya estás jo…do”.
Entiendo que lo fácil es, precisamente, establecer un
copago y que nos rasquemos el bolsillo, pero si hicieran su trabajo, una parte
del cual incluye el uso de la facultad que, según se dice, es innata en el ser
humano (aunque me temo que no en todos), que es PENSAR, tal vez encontrarían
soluciones, como por ejemplo (y esto se me ocurre basándome en lo que me pasa
habitualmente o a personas de mi entorno):
a)
Reducir el tiempo de espera en las citas
de atención primaria. La demora oscila entre 4 y 7 días. Si el médico prescribe
pruebas, pueden retrasarse, en el caso de analítica 15 días más y en caso de
TAC, ecografía, etc. al menos 4 ó 6 meses. Si, del resultado de esas pruebas el
paciente ha de ser visto por un especialista o intervenido quirúrgicamente,
podemos añadir, tal vez, hasta 6 meses más. Todo ello, exceptuando los casos
que se detectan inicialmente como graves. Esto quiere decir que, si el paciente
sobrevive, durante el período de espera se le prescribirá alguna medicación
para aliviar sus molestias.
Consecuencia:
gasto en medicamentos que podrían ahorrarse con una atención más rápida.
b)
Al prescribir medicamentos en cantidades que
no coinciden con las de los envases que se suministran, una parte del contenido
en el envase se queda sin utilizar.
Consecuencia:
despilfarro que podría evitarse si los medicamentos se sirvieran en las dosis
necesarias para el tratamiento.
c)
El número de pacientes asignado a cada
médico hace inviable que se dedique a éstos el tiempo necesario lo que da
lugar, por ejemplo, a que se despache rápidamente a quienes “solo van por
medicinas”.
Consecuencia:
se prescriben medicamentos que quizá no serían necesarios, de tener tiempo para
estudiar al paciente.
d)
Hay un número importante de personas que
son atendidas por la Seguridad Social sin que hayan cotizado.
Consecuencia:
coste añadido a la Seguridad Social, que debería ser asumido por los
Presupuestos Generales del Estado.
No sé si alguien se ha
tomado la molestia de averiguar en qué manera influye en el gasto sanitario el
hecho de que no haya personal suficiente y, como consecuencia, su repercusión
en el gasto farmacéutico.
O, tal vez, han hecho un
estudio y se han dado cuenta de que resulta más barato que fallezcan los
pacientes, sobre todo los jubilados y pensionistas, porque al ahorro en
medicamentos se une el obtenido al dejar de pagar las pensiones
correspondientes.
Coincidiendo con el
cambio de año y a la vista de lo bien que se llevan algunos partidos políticos,
quizá se den cuenta de que este tema de hoy es uno de los que hay que estudiar
y resolver pronto, para ahorrar sin menoscabo de la atención al paciente.
Ya veremos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario