jueves, 12 de enero de 2017

A VUELTAS CON EL “COPAGO”






            Como no podía ser de otro modo, el nuevo año nos regala, aunque sin que los Reyes Magos hayan intervenido, un motivo para que nos calentemos la cabeza pensando en si tendremos que pagar más ¿aún?, por los medicamentos que nos receten en la Seguridad Social.

            Desde mi punto de vista, quienes tienen que “calentarse los cascos” no somos nosotros, los ciudadanos de a pie, que con nuestros impuestos (lamentablemente no con los de todos, porque hay “listillos”) contribuimos al mantenimiento de las estructuras del Estado y al salario de quienes nos pidieron el voto para gobernar bien pero que, al final, han incurrido en el mismo defecto que se achaca a los mercachifles. “Prometer hasta el meter y, una vez metido, ya estás jo…do”.

            Entiendo que lo fácil es, precisamente, establecer un copago y que nos rasquemos el bolsillo, pero si hicieran su trabajo, una parte del cual incluye el uso de la facultad que, según se dice, es innata en el ser humano (aunque me temo que no en todos), que es PENSAR, tal vez encontrarían soluciones, como por ejemplo (y esto se me ocurre basándome en lo que me pasa habitualmente o a personas de mi entorno):

a)      Reducir el tiempo de espera en las citas de atención primaria. La demora oscila entre 4 y 7 días. Si el médico prescribe pruebas, pueden retrasarse, en el caso de analítica 15 días más y en caso de TAC, ecografía, etc. al menos 4 ó 6 meses. Si, del resultado de esas pruebas el paciente ha de ser visto por un especialista o intervenido quirúrgicamente, podemos añadir, tal vez, hasta 6 meses más. Todo ello, exceptuando los casos que se detectan inicialmente como graves. Esto quiere decir que, si el paciente sobrevive, durante el período de espera se le prescribirá alguna medicación para aliviar sus molestias.
Consecuencia: gasto en medicamentos que podrían ahorrarse con una atención más rápida.

b)      Al prescribir medicamentos en cantidades que no coinciden con las de los envases que se suministran, una parte del contenido en el envase se queda sin utilizar.
Consecuencia: despilfarro que podría evitarse si los medicamentos se sirvieran en las dosis necesarias para el tratamiento.

c)      El número de pacientes asignado a cada médico hace inviable que se dedique a éstos el tiempo necesario lo que da lugar, por ejemplo, a que se despache rápidamente a quienes “solo van por medicinas”.
Consecuencia: se prescriben medicamentos que quizá no serían necesarios, de tener tiempo para estudiar al paciente.

d)      Hay un número importante de personas que son atendidas por la Seguridad Social sin que hayan cotizado.
Consecuencia: coste añadido a la Seguridad Social, que debería ser asumido por los Presupuestos Generales del Estado.

No sé si alguien se ha tomado la molestia de averiguar en qué manera influye en el gasto sanitario el hecho de que no haya personal suficiente y, como consecuencia, su repercusión en el gasto farmacéutico.

O, tal vez, han hecho un estudio y se han dado cuenta de que resulta más barato que fallezcan los pacientes, sobre todo los jubilados y pensionistas, porque al ahorro en medicamentos se une el obtenido al dejar de pagar las pensiones correspondientes.

Coincidiendo con el cambio de año y a la vista de lo bien que se llevan algunos partidos políticos, quizá se den cuenta de que este tema de hoy es uno de los que hay que estudiar y resolver pronto, para ahorrar sin menoscabo de la atención al paciente.

Ya veremos…


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