Supongo
que no descubro nada nuevo si afirmo que algunos políticos americanos han caído
en la tentación de satisfacer sus apetencias sexuales fuera del matrimonio.
Entre los casos más sonados aquéllos en que participaron Marilyn Monroe o la
becaria Mónica Lewinsky.
En
este último los protagonistas dieron una “solución oral” a su líbido, que causó
mucha expectación al darse a conocer públicamente, tanto porque el supuesto
“beneficiario” como dirigente de una de las potencias más fuertes a escala
mundial podía haberse valido de su posición, como porque la becaria tuvo la
“precaución” de guardar prendas en las que había muestras de las secreciones
corporales del dirigente. Aunque tampoco quedó muy claro quien había empezado las
relaciones, por lo que se elucubra con la posibilidad de que la dama no cayó en
las redes del poderoso macho, sino que aprovechó la debilidad de este para
hacerle caer (ya se sabe: “el hombre es débil”) y obtener beneficio porque,
¿qué razón sino ésta podía haberla movido a guardar la ropa utilizada en las
“faenas”?
En
todo caso, es claro que el más poderoso debió ser quien guardara las formas, si
no por edad y experiencia (se supone) sí en razón a su cargo. Sea como fuere,
le sacaron los colores.
El
actual presidente de EEUU, a tenor de lo que nos adelantan las noticias de cada
día, parece dispuesto (también mediante sus “soluciones orales”, dando rienda
suelta a su “incontinencia”, en este caso verbal) a acabar con las
tradicionales relaciones que su país ha mantenido con el resto de potencias
mundiales. Según él, porque estas se han aprovechado de los americanos. Según
nosotros, al menos buena parte de los ciudadanos, el “amigo americano” es
conocido porque no mueve pieza si no saca beneficio, por lo que cabe esperar
que el Sr. Trump tras sus exabruptos esconda el espíritu “emprendedor” que le
ha permitido amasar una considerable fortuna (seguramente aprovechándose de los
mismos a los que quiere dejar al otro lado de sus fronteras).
Así
las cosas, el Sr. Trump (pronúnciese como” tram “, de “tramposo") no pasa un día
sin que ofrezca sus “soluciones”; por ejemplo, entre otras cuestiones, quiere
que los países occidentales participen de una manera más activa
(monetariamente, por supuesto) en las organizaciones de defensa, obviando que ,
generalmente, los aludidos países han tenido que enfrentarse con graves
problemas de seguridad porque se han creído las falsas informaciones que los
servicios de "inteligencia"(¿?) de EEUU vertieron , en su momento, acerca de armas químicas
y otras bazofias. Baste recordar aquello de “El eje del mal”. Por
cierto, el Sr, Trump, dando una vez más muestra de la incongruencia de
sus actuaciones, ha participado en una gala a favor de Cruz Roja. Lo que
ignoro es si habrá dispuesto que el dinero recaudado se utilice sólo
para ayudar a los no musulmanes.
De
no haber secundado las ideas de EEUU acerca de los “países musulmanes
terroristas”, ¿estaríamos ahora en
estado permanente de alerta?. No sabemos, porque la historia solo se puede
narrar sobre hechos ocurridos, pero, casualmente, en España nada sabíamos de terrorismo
que no fuera el de ETA, GRAPO y algún otro que, en cierto modo estaban
“controlados”.
Así
que entre el Sr. Trump por un lado, el Sr. Putin (que, por cierto enlazándolo con una pregunta que le
hicieron sobre el Sr. Trump, afirmaba “las prostitutas rusas son las mejores
del mundo”) por otro, la Sra. Merkel,por
allí y nuestros gobernantes por aquí, el caso es que los de “a pie” nos sentimos, no
pocas veces, como si hubiéramos sido
sujetos pacientes de “soluciones anales” y, lo que es peor, sin siquiera tener
acceso a una vaselina que hiciera menos traumático el tránsito.
Quien
llegue a leer hasta aquí, sin duda se habrá preguntado que tienen que ver los
fármacos con todo esto aunque, en realidad, son los fármacos los que han dado
origen a cuanto antecede, como se verá.
Hace unos días, acudí
a la farmacia del barrio con el envase, vacío, de un determinado fármaco para
comprarlo. En el envase, bajo del nombre comercial, estaba escrito: “Solución
oral”. Por error de la dependienta, que no advertí hasta que llegué a casa, me
suministraron otro fármaco en el que, también debajo del nombre, se indicaba
“polvo para solución oral”. Así que entre “polvo” y “oral”, la “solución” más
apropiada para identificar este escrito es su titular y, puestos a relacionarlo
recuerdo que, durante el servicio militar (obligatorio por entonces y que ahora
no le vendría mal a algunos, aunque fuera por la disciplina) el capitán al
mando, en tono jocoso afirmaba que “el polvo que más les gusta a las mujeres es
Elena” y uno no terminaba de tener claro si era una simple referencia al
detergente del mismo nombre o había algo más.
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