domingo, 5 de febrero de 2017

FÁRMACOS, SEXO Y POLÍTICOS




     Supongo que no descubro nada nuevo si afirmo que algunos políticos americanos han caído en la tentación de satisfacer sus apetencias sexuales fuera del matrimonio. Entre los casos más sonados aquéllos en que participaron Marilyn Monroe o la becaria Mónica Lewinsky.

     En este último los protagonistas dieron una “solución oral” a su líbido, que causó mucha expectación al darse a conocer públicamente, tanto porque el supuesto “beneficiario” como dirigente de una de las potencias más fuertes a escala mundial podía haberse valido de su posición, como porque la becaria tuvo la “precaución” de guardar prendas en las que había muestras de las secreciones corporales del dirigente. Aunque tampoco quedó muy claro quien había empezado las relaciones, por lo que se elucubra con la posibilidad de que la dama no cayó en las redes del poderoso macho, sino que aprovechó la debilidad de este para hacerle caer (ya se sabe: “el hombre es débil”) y obtener beneficio porque, ¿qué razón sino ésta podía haberla movido a guardar la ropa utilizada en las “faenas”?

     En todo caso, es claro que el más poderoso debió ser quien guardara las formas, si no por edad y experiencia (se supone) sí en razón a su cargo. Sea como fuere, le sacaron los colores.

     El actual presidente de EEUU, a tenor de lo que nos adelantan las noticias de cada día, parece dispuesto (también mediante sus “soluciones orales”, dando rienda suelta a su “incontinencia”, en este caso verbal) a acabar con las tradicionales relaciones que su país ha mantenido con el resto de potencias mundiales. Según él, porque estas se han aprovechado de los americanos. Según nosotros, al menos buena parte de los ciudadanos, el “amigo americano” es conocido porque no mueve pieza si no saca beneficio, por lo que cabe esperar que el Sr. Trump tras sus exabruptos esconda el espíritu “emprendedor” que le ha permitido amasar una considerable fortuna (seguramente aprovechándose de los mismos a los que quiere dejar al otro lado de sus fronteras).

     Así las cosas, el Sr. Trump (pronúnciese como” tram “, de “tramposo") no pasa un día sin que ofrezca sus “soluciones”; por ejemplo, entre otras cuestiones, quiere que los países occidentales participen de una manera más activa (monetariamente, por supuesto) en las organizaciones de defensa, obviando que , generalmente, los aludidos países han tenido que enfrentarse con graves problemas de seguridad porque se han creído las falsas informaciones que los servicios de "inteligencia"(¿?) de EEUU vertieron , en su momento, acerca de armas químicas y otras bazofias. Baste recordar aquello de “El eje del mal”. Por cierto, el Sr, Trump, dando una vez más muestra de la incongruencia de sus actuaciones, ha participado en una gala a favor de Cruz Roja. Lo que ignoro es si habrá dispuesto que el dinero recaudado se utilice sólo para ayudar a los no musulmanes.


     De no haber secundado las ideas de EEUU acerca de los “países musulmanes terroristas”,  ¿estaríamos ahora en estado permanente de alerta?. No sabemos, porque la historia solo se puede narrar sobre hechos ocurridos, pero, casualmente, en España nada sabíamos de terrorismo que no fuera el de ETA, GRAPO y algún otro que, en cierto modo estaban “controlados”.

     Así que entre el Sr. Trump por un lado, el Sr. Putin (que, por  cierto enlazándolo con una pregunta que le hicieron sobre el Sr. Trump, afirmaba “las prostitutas rusas son las mejores del mundo”) por otro,  la Sra. Merkel,por allí y nuestros  gobernantes por aquí,  el caso es que los de “a pie” nos sentimos, no pocas veces,  como si hubiéramos sido sujetos pacientes de “soluciones anales” y, lo que es peor, sin siquiera tener acceso a una vaselina que hiciera menos traumático el tránsito.

     Quien llegue a leer hasta aquí, sin duda se habrá preguntado que tienen que ver los fármacos con todo esto aunque, en realidad, son los fármacos los que han dado origen a cuanto antecede, como se verá.

     Hace unos días, acudí a la farmacia del barrio con el envase, vacío, de un determinado fármaco para comprarlo. En el envase, bajo del nombre comercial, estaba escrito: “Solución oral”. Por error de la dependienta, que no advertí hasta que llegué a casa, me suministraron otro fármaco en el que, también debajo del nombre, se indicaba “polvo para solución oral”. Así que entre “polvo” y “oral”, la “solución” más apropiada para identificar este escrito es su titular y, puestos a relacionarlo recuerdo que, durante el servicio militar (obligatorio por entonces y que ahora no le vendría mal a algunos, aunque fuera por la disciplina) el capitán al mando, en tono jocoso afirmaba que “el polvo que más les gusta a las mujeres es Elena” y uno no terminaba de tener claro si era una simple referencia al detergente del mismo nombre o había algo más.



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