domingo, 1 de febrero de 2015

UNIVERSITARIOS

Uno que, como tantos otros padres, ha sudado lo suyo para intentar proporcionar a su descendiente la mejor formación posible, de manera que pudiera optar a cualquier puesto de trabajo que se le pusiera a tiro, respira con desahogo cuando ve que ese momento ha llegado y el desempleo familiar no es una preocupación.

Pero claro, esto que hace no demasiados años prácticamente no era problema, el desempleo, hoy es una cuestión que preocupa a una parte importante de población jóven ,cuyo futuro ni siquiera se puede hipotecar, por falta de ingresos y porque los potenciales avalistas,  sus padres, bastante tienen con darles de comer y cobijo.

Sin embargo, uno no puede dejar de contemplar, indignado, cómo la zafiedad, la grosería,  lo cutre,  por aquéllo de la demanda (lamentable demanda) viene a proporcionar, según se publica,  ingresos millonarios a personas cuyo único bagaje es el haber compartido pasado con un torero o ser hijo de folclórica; ambas profesiones muy dignas y respetables.

Que no digo yo, Ojo! que no tengan derecho a ganar dinero; cuanto más,  mejor para ellos, pero no me negarán el agravio comparativo con lo que sucede a ésos otros jóvenes que, después de años de ardua preparación,  están en paro, cobran salarios de miseria en trabajos más o menos precarios o, en el mejor de los casos, han conseguido un puesto de trabajo en cualquier país extraño.

Así,  entre unos servicios de empleo oficiales cuya eficacia deja mucho que desear y empresarios cuyo objetivo ,lejos del I+D+i, es obtener beneficios,  aunque sea pagando salarios míseros por trabajos de superior categoría,  aprovechándose de la necesidad, nuestros jóvenes están que trinan.Y los que ya no lo somos, también.

Por obra y arte de quienes han entendido,  ahora y antes, que vale más "pelotazo en mano" que cultura y formación, aunque  salen ganando la batalla, puede que no estén lejos las escaramuzas que hagan recuperar el sentido común a esta sociedad, en la que una parte está harta de "pan y circo", porque hay más circo que pan. Y para disfrutar del circo, primero hay que tener la barriga llena.

Sería bueno, no obstante,  que la digestión no fuera tan pesada como para producir  una somnolencia que impida darse cuenta de lo que sucede en derredor.

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