Uno
de los titulares de hoy, en las páginas interiores del Diario Información de
Alicante, alerta sobre el repunte de los accidentes de trabajo en esta
provincia.
Entre
junio de 2015 y mayo de 2016 se han producido 13.556 accidentes, superando en
1.325 los habidos en el mismo período del año anterior. De ellos el 14,6 por
ciento han sido catalogados como “graves”.
No
es una novedad que se produzcan los accidentes y , quizá, por ello mismo los
que no estamos afectados personalmente tan solo les prestamos atención el escaso
tiempo en que aparece la noticia en el televisor , porque no queda más remedio y
ni tan siquiera unos segundos de lectura si coincide que es lunes y justo al lado está
la página de deportes.
El
dinero que se utilice en la compra de equipamientos de seguridad no es un
gasto, sino una inversión productiva para la empresa y beneficiosa tanto para
ella como para el trabajador. Con menos de 50 € es posible disponer de un
equipo básico de seguridad compuesto de guantes, gafas, casco y protectores
auditivos, lo cual es suficiente en la mayoría de los casos en que no se
utilizan productos químicos o se funden metales.
Las
calles de nuestra ciudad sirven de ejemplo acerca de las carencias en materia
de seguridad que sufren los trabajadores. Y digo sufren, porque ellos son,
personalmente, las víctimas. Tanto si el no uso de los medios es porque la
empresa no los proporciona como si se debe a negligencia por parte de los
mismos trabajadores.
Que
no nos sintamos responsables del modo de tratar el tema por parte de la empresa
privada y en obras privadas tiene pase, pero no es de recibo que suceda en
nuestras calles, en obras públicas, pagadas con nuestros impuestos .Debemos
exigir a nuestros gobiernos locales el máximo rigor en el control de estas
actuaciones. No solo en beneficio del trabajador. También para que nuestros
impuestos se utilicen en mejorar la ciudad y no en reparar el daño ocasionado
por actitudes irresponsables.
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