El Castillo de Santa
Bárbara tiene en sí todos los elementos necesarios, aunque no suficientes, para
que un paseo por sus umbrías en los días calurosos ofrezca el refresco preciso
para pasar un rato agradable.
Pero eso sucederá solo si
el paseante está atento a cuanto hay a su alrededor. La proliferación de muros
y muretas destrozados pueden hacer el paseo un poco accidentado.
Se `podría pensar que
todo ha sido casual, que la situación se ha producido en los últimos días. No
es así; quienes a menudo intentamos apartarnos del mundanal ruido de nuestra
ciudad terminamos el paseo con ese sabor agridulce que acompaña al desencanto.
Cabe suponer dos situaciones
para explicar este estado de cosas:
a)
Ni los ediles ni sus múltiples y bien
pagados asesores han dado un paseo a pie, tanto por el monte como por los
caminos del Benacantil
b)
Ajenos a lo que no sea su cómodo, mullido
y bien acondicionado despacho, se limitan a pasar el tiempo, tal vez mirando en
la pantalla su cuenta bancaria, incrementada mes a mes con el sustancioso
sueldo que les proporcionan nuestros impuestos.
Y todo esto, a pesar de
que hay ciudadanos, yo entre ellos, que utilizamos parte de nuestro tiempo en
facilitarles la información que les permitiría actuar para resolver la
situación que, sin duda, no se produciría sin la participación activa de quienes no merecen estar en sociedad.
Como es habitual esta
información, junto con las fotografías tomadas entre la segunda quincena de mayo
y la primera de junio actual, se envían al Ayuntamiento.
Siguiendo la
costumbre municipal, hasta el momento nadie ha acusado recibo de la
información, lo que dice mucho, también, en cuanto a la atención que se presta
a la participación ciudadana.
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