No pocas veces
se escuchan voces clamando contra las actuaciones de los poderosos que oponen a
la fuerza de la razón la única razón que poseen: su fuerza. Así, de la misma
manera que doblegan al hombre, atentan contra la naturaleza de cualquier manera
conocida o imaginable: arrasando bosques, contaminando ríos, arrojando a la
atmósfera gases de efecto invernadero.
Cabría suponer
que quienes soportan (soportamos) el influjo de estos poderosos no son (somos) partidarios
de caer en sus mismas actuaciones, al menos en cuestiones asequibles. Bastaría
con no hacer nada y con ello se evitarían los daños. Y no se puede decir que
carezcamos de esta capacidad; al menos, en esta sociedad que se supone
civilizada y en la que la información circula a toda velocidad, siendo
asequible a todos ,aunque haya que matizar en ocasiones su contenido para
arrancarle los apéndices que cada uno de nuestros “benefactores” le añade para suavizarla.
Cierto es que hay
cosas que no están a nuestro alcance. Pero algo que compartimos y apenas nos
damos cuenta de ello es la Naturaleza. Está en el aire, en el agua, en las
montañas…Podemos preservarla si no le hacemos nada y máxime si el hecho de
hacer algo no aporta beneficio.
¿Necesita la
Naturaleza la actuación de la pintura para ser más bella? No me lo parece, bajo
ningún punto de vista.
Pues hay quien
opina que ensuciar una montaña sirve para algo. Como el “artista” que ha hecho
lo que muestra la foto en una de las pocas zonas que, aún, quedan sin estropear
en el Cabo de las Huertas. Me gustaría aplicarle la versión adaptada de una
maldición que, según dicen, una gitana le hizo a alguien que se negó a darle
una limosna. Esta decía, más o menos: “que te toque la lotería; que ganes
muchos millones, que te los paguen en pesetas y que te los aten a los cojo…” La
adaptación podría ser:”que te toque la lotería, que te toquen muchos millones,
que te lo gastes en pintura y que te lo aten a…” al mismo sitio.
Y eso es todo
por hoy
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