Dicen que cada día es una oportunidad. Debe serlo, sin duda, porque nos presenta ocasiones para hacer algo nuevo, intentar cambiar de estilo de vida, reflexionar...
Es evidente que hay cosas que no podemos cambiar.¿si es así, realmente, por qué nos empeñamos en ello?. Hagamos nuestro aquéllo de :"si no es problema, ¿por qué preocuparnos? y, si es problema, busquemos la solución". Porque a veces pretendemos cambiar algo que no está a nuestro alcance ni depende de nuestra voluntad, olvidando que, siempre, estamos en disposición de cambiar algo de nosotros mismos, que puede ser el principio de un cambio en lo externo. Veamos: si no me gusta madrugar, puedo intentar saltar de la cama al primer toque de despertador; si he sido distante en el trato con alguna persona, puedo remediarlo; si no me gusta el trabajo que hago, ¿estoy formándome para tener otra opción?.Son tantas las cosas que hacer, las cuestiones que plantearse, que me niego a aceptar que una persona que no tenga limitaciones o discapacidades graves manifieste imposibilidad de encontrar alguna que pueda realixar.
Siempre deseamos de forma más ardiente aquéllo que no poseemos, para olvidarlo tan pronto ha llegado a nuestras manos. pero ¿hemos llegado a poseerlo solo por el deseo? ¿No habrá sido a base de constancia y esfuerzo? ¿A base de conocimientos adquiridos que nos han permitido reconocer la oportunidad?
Empeñarnos, sin embargo, en no reconocer nuestras propias incapacidades y pretender llegar a algo que está, por ello, fuera de nuestro alcance, no nos puede traer más que frustración y de ella se pasa al malestar, al rencor, al odio, que no son más que la tumba que cavamos para enterrar nuestra desdicha.
Hace falta, también, confianza . Me viene a la mente aquél pueblo en el que los cultivos, azotados por una dura sequía, estaban a punto de perderse. Sus habitantes pidieron al cura que sacara el santo en procesión y se hiciera una rogativa para traer la lluvia. Finalizada la procesión, como no llovió, algunos vecinos increparon al cura. Este les respondió:" ¿que clase de confianza en la rogativa era la vuestra, que ni uno solo ha venido a la procesión con paraguas? ".
Cuando me despierto, cada día, porque la luz se filtra a través de la persiana, agradezco el estar vivo, el tener ocasión de corregir algo que no hice bien, la posibilidad de emprender nuevas metas. Siempre encuentro algo por hacer y en mi mano está la posibilidad de aceptarlo o no. A ello aplico alguno de los elementos a considerar en cualquier proyecto, por pequeño o simple que parezca: ¿es posible hacerlo?; ¿cuento con medios? ¿puedo dedicarle el tiempo necesario?.
La diferencia entre hacerlo o no es sencilla. Si actúo, algo puede cambiar. Si no, yo seré el único culpable de que todo siga igual.
Excelente, Paco
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