Recuerdo que, en mi niñez, asistía a una escuela que era famosa por la rigidez de los profesores y la disciplina con que se impartían las clases.En aquéllos días compartíamos espacio alumnos de distintos cursos, sin paredes que nos separaran y recitando, a la vez ,la lección del día.
Entonces no se tenía en cuenta, como ahora, el numero de alumnos a cargo de cada profesor y, fácilmente, podíamos estar más de cuarenta o cincuenta, todos sentados en bancos corridos y cada uno atento a su propia tarea.
También entonces, muy lejos de lo de ahora, un simple libro albergaba todos los conocimientos que debíamos aprender y este pasaba de un hermano a otro hasta que se caía de puro viejo.
No creo que entonces se elaboraran estadísticas acerca del abandono escolar o del rendimiento de los alumnos, que veíamos en el maestro, Don Manuel, a una persona a la que tratar con sumo respeto y nada de familiaridad, términos que hoy se han trastocado.
Se prestaba mucha atención a la caligrafía y las reglas ortográficas eran de práctica obligatoria, así como la lectura en clase, en voz alta, para que el profesor, que entonces era el Señor Maestro, pudiera escucharnos y corregir los fallos.
Llenábamos incontables cuadernos de caligrafía gótica, inglesa,cursiva y no sé cuantas más.
Quizá por todo esto, cuantas veces paseo por la Playa de San Juan y mis pasos me llevan ante la urbanización cuyo nombre aparece en la fotografía, me pregunto en qué escuela aprendió quien hizo el rótulo .
Entonces no se tenía en cuenta, como ahora, el numero de alumnos a cargo de cada profesor y, fácilmente, podíamos estar más de cuarenta o cincuenta, todos sentados en bancos corridos y cada uno atento a su propia tarea.
También entonces, muy lejos de lo de ahora, un simple libro albergaba todos los conocimientos que debíamos aprender y este pasaba de un hermano a otro hasta que se caía de puro viejo.
No creo que entonces se elaboraran estadísticas acerca del abandono escolar o del rendimiento de los alumnos, que veíamos en el maestro, Don Manuel, a una persona a la que tratar con sumo respeto y nada de familiaridad, términos que hoy se han trastocado.
Se prestaba mucha atención a la caligrafía y las reglas ortográficas eran de práctica obligatoria, así como la lectura en clase, en voz alta, para que el profesor, que entonces era el Señor Maestro, pudiera escucharnos y corregir los fallos.
Llenábamos incontables cuadernos de caligrafía gótica, inglesa,cursiva y no sé cuantas más.
Quizá por todo esto, cuantas veces paseo por la Playa de San Juan y mis pasos me llevan ante la urbanización cuyo nombre aparece en la fotografía, me pregunto en qué escuela aprendió quien hizo el rótulo .
No hay comentarios:
Publicar un comentario