Desechamos las cosas porque nos parecen demasiado grandes o pequeñas, demasiado viejas o excesivamente modernas...Lo mismo hacemos con las personas.Porque son demasiado listas para lo que nos conviene, demasiado tontas para sacarles provecho, demasiado honradas como para guardar silencio ante la injusticia...
Vamos arrumbando cosas y personas. A menudo hemos desechado, también, los sentimientos. Olvidamos que eso es, quizá, lo único que evita que seamos tan irracionales como las bestias aunque , a menudo, me pregunto si hay a quien le importe.
Así, parte de la sociedad se va encaminando por la senda que conduce al abismo de la indiferencia. Indiferencia hacia el otro, indiferencia a una u otra cosa, situación, acto. Indiferencia a todo. A todo lo que no sea YO o MIO.
Qué resulta de esto? Si no me importa lo que no es mío, el paso siguiente es no respetar a su dueño, empezando por no respetar sus ideas. A su convencimiento, en lugar de oponer razones se intenta imponer la fuerza, porque no hay argumentos.
Puede avanzar una sociedad en la que hay individuos, grupos, que rehuyen el diálogo sereno y respetuoso, la reflexión tranquila ?
Estamos a tiempo de plantearlo, pensarlo, buscar soluciones. La educación en valores éticos y sociales es, sin duda, el primer factor para conseguirlo.
Serán los partidos políticos capaces de llegar a un consenso que haga que la educación no sea moneda de cambio ?
Exijámoslo.
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