Vivimos
una situación, cuando menos, extraña. El único cristiano con el que muchos se
identifican es con Ronaldo. Nada importa que, presuntamente, haya defraudado o
que , en su modestia, se considere el mejor, sin esperar a que los demás se lo
digan.
Los
demás cristianos, entre los que me encuentro, tenemos que vivir sometidos
diariamente al insulto, a la descalificación, por pertenecer a una Iglesia en
la que se han dado, desafortunadamente, casos de corrupción, pederastia u otros
deleznables actos. Como si los cristianos, en general, tuviéramos algo que ver.
Como si la mayor parte no fuéramos honestos, buenos ciudadanos, solidarios,
trabajadores…
Podemos
aceptar que nos tachen de ilusos aquéllos que son incrédulos, pero nos parece
totalmente desafortunado y fuera de lugar que se nos achaquen otras
calificaciones distintas a las que se puedan dar a quienes pertenecen a
cualquier agrupación, ya sea gastronómica, deportiva, funcionarial o política.
Cualquier
“etiqueta” que coloquemos dará, inevitablemente, lugar a una distinción, cuando
no descalificación. Se achacan defectos, mala praxis, a entidades, cuando quien
actúa así son personas, determinadas o en grupo, que han decidido ir en contra
de la sociedad y de sus ciudadanos. No voy a negar que hay personas que dicen
ser cristianos y que actúan de manera absolutamente reprobable, pero son “ésos”
y no el resto, quienes deberán enfrentarse a las consecuencias de sus actos.
Aquí, si la Ley social lo determina y allá, cuando llegue el momento de rendir
cuentas.
¿Debemos
desdeñar, por el solo hecho de ser cristianas, la labor de esas personas que dedican
su tiempo y energías a actuar solidariamente con inmigrantes, discapacitados,
en riesgo de exclusión social …?
Por
otro lado, no entiendo esa fijación en contra de las manifestaciones que se
hacen por representantes de la Iglesia, con las que ni siquiera todos los
cristianos estamos de acuerdo, en ocasiones. Entiendo que solo afectan a quienes profesen
la misma creencia; a quienes piensen distinto les debe dar igual. ¿o es que les
molesta que les digan la verdad y no pueden soportarlo?
Podemos
convivir todos, independientemente de nuestras creencias o falta de estas,
respetando a los demás y permitiendo que esa diversidad nos enriquezca o
podemos pasarnos la vida maldiciendo al que cree en algo, al que no cree en
nada, al que solo le gusta el fútbol o al que hace deporte antes de ir a
trabajar. ¿Sirve de algo ese “encabronamiento” permanente que una parte de
sociedad transforma de vez en cuando en violencia física?
Para
mí, solo demuestra, sea quien sea el que lo haga, la ineptitud para integrarse
en una sociedad que, si bien tiene sus defectos y es mejorable, nos permite disfrutar
de las ventajas de vivir en grupo, con el único requisito de respetar la
libertad e ideas de los otros tanto como deseamos que se respeten las propias.
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