Lo
bueno que tiene el vivir en una ciudad pequeña es que tiene gran parte de las
ventajas de una grande y no tantos inconvenientes. Así, es posible recorrerla
casi en su totalidad en unas pocas horas siempre que se tenga una adecuada
preparación física. Si se busca, después de la caminata, una buena valla donde
llevar a cabo los estiramientos, siempre cabe la posibilidad de realizarlos
mientras se observa la vegetación que, de manera espontánea, crece a sus pies.
Así,
aún no saliendo al campo, zonas verdes adornan la ciudad en plazas, calles y
esquinas, sin que haya nadie de los presuntos responsables municipales de
mantenimiento que ejerza con profesionalidad y eficacia su función. Sí, ya sé
que son, sólo, unos pequeños arbustos, pero paciencia…en unas semanas veremos
cómo han crecido.
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