Desde hace bastantes años el empeño
de la sociedad, al menos de la nuestra, ha sido el del crecimiento rápido, sin
tener en cuenta los perniciosos efectos que se podían derivar de que este se
llevara a cabo de una manera incontrolada. Las consecuencias estamos viéndolas
ahora porque, a la crisis puramente económica debemos añadir , en nuestro caso,
la de formación ,que afecta a amplios sectores de trabajadores, especialmente
jóvenes, que consideraron el aprendizaje una pérdida de tiempo ante la
apremiante demanda de mano de obra y la facilidad con que se obtenían ingresos
que permitían el acceso rápido a la sociedad de consumo.
Aspectos como excelencia, mejora de
desempeño, competencia, responsabilidad se relegaron al olvido en aras del
aprovechamiento de ése trabajo tan a la mano que era una tontería dejarlo pasar.
Pues bien, la formación necesaria para desempeñar dignamente y con
profesionalidad un puesto de trabajo, cualquiera que fuese su naturaleza, que
entonces se desdeñó , ahora se torna exigencia imprescindible no ya para
prosperar, sino para la propia supervivencia, con el agravante de que el mismo
sistema que indujo a tomar estas decisiones
cegándonos con el brillo del euro fácil, ahora nos hace culpables de
haberlas aceptado, cargando en nuestro hombros la mayor parte de la
responsabilidad para solucionar el problema.
Podemos salir a la calle y
participar en manifestaciones y huelgas o pasarnos las veinticuatro horas del
día sentados ante la telebasura rumiando nuestra desgracia pero, además,
podemos abrir las ventanas de la imaginación para que entre aire fresco y barra
todo pensamiento negativo. Quizá podamos encontrar aún, en algún rincón, aquél
olvidado libro de tecnología, de enfermería o de matemáticas, quizá tengamos la
posibilidad de inscribirnos en algún curso formativo o continuar la carrera
universitaria y así abonar el jardín del conocimiento para estar preparados y
no perder el próximo tren de oportunidades que pase cerca.
Será, también ahora, el momento de
recordar aquélla ilusión que abandonamos porque no ofrecía rentabilidad
inmediata y retomarla, dedicando a ello nuestro mayor esfuerzo, teniendo
presente que para conseguir el éxito no basta con trabajar mucho y conocer
mucha técnica. Conceptos como respeto, honestidad, calidad, espíritu de equipo,
cuyo significado puede que sea tan desconocido para algunos que deban buscarlo
en el diccionario, son hoy imprescindibles para enfrentarse al mañana.
Podemos hacerlo o seguir añorando el
pasado y esperar a que la suerte se atraviese en el camino, esperar que cambien
las cosas; somos libres para ello, pero cada uno debe aceptar su propia
responsabilidad si quiere resolver su vida y participar en la sociedad,
aceptando los errores como un paso más en la formación que le dará el
conocimiento necesario para no volver a
cometerlos o, al menos, la certeza de que no está en manos de otros su éxito o
su fracaso.
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