Recientemente he visto la película “La
Letra Escarlata”, en la que una mujer acusada de adulterio es obligada a llevar
prendida en el pecho una gran letra “A” de color escarlata y, además, cada vez
que sale a la calle es precedida por un tamborilero que, con sus redobles, va
avisando a transeúntes y vecinos de la aproximación de la condenada.
Me ha venido a la mente la idea de hacer
algo similar con los corruptos y estafadores, aunque rápidamente yo mismo he
llegado a la conclusión de que no podría ser. Y ello por varias razones: a) No
habría suficiente producción de tejido escarlata, por lo que habría que
importarlo. Ante la demanda su precio subiría y nuestra balanza de pagos caería
en picado; b) el redoble sería tan ensordecedor que, a buen seguro, incumpliría
la normativa de contaminación acústica.
El único punto positivo es que
disminuiría el desempleo a medida que se iban generando puestos de trabajo de
tamborilero.
Vistas las cosas y la situación, seguro
que habría algún grupo que no estaría de acuerdo por la contaminación; otros
por el tema del déficit público y otros porque los tamborileros percibirían,
sin duda, un salario basura amparado en alguno de los tipos de contrato que
contempla la actual legislación. Sin olvidar a quién diría que se está
atentando contra los derechos humanos, la dignidad y el respeto al honor de los
delincuentes afectados, que-hoy por hoy-parecen ser los únicos con tales
derechos.
Bueno, pues ¿Qué tal estaría obligarles
a devolver cuanto han defraudado o robado, o el importe de la pérdida
ocasionada por su actuación corrupta? Por si esto no surtiera efecto podría
aplicarse, a perpetuidad o en tanto compensen las pérdidas ocasionadas, la pena
de prohibición absoluta de ir a bares, restaurantes o marisquerías y las
comidas deberían hacerlas siempre a base de rancho en cuarteles o prisiones,
con la obligación de rebañar el plato; también obligación inexcusable de ir andando o utilizar siempre vehículos de
servicio público en los desplazamientos.
Me temo que nada de esto llegaría a buen
fin, porque se me ocurrió proponer a varias personas recoger 15 ó 20 millones
de firmas, para conseguir cambiar la legislación, empezando por el sistema
político y todos estuvieron de acuerdo en que no se conseguiría nunca.
Así, que no me queda más remedio que dar
la razón a quienes opinan que “tenemos lo que nos merecemos”
Y tal vez lo peor es que ¿quién podría sacarnos de esta situación y ya no digamos acabar con la corrupción pero al menos reducirla a niveles tolerables? ¿tal vez los 100.000 (por ahora) compradores del libro de Belén Esteban? Los mejores se están yendo o se han ido ya a otros lugares más prometedores. ¿Qué tal si les proponemos a los americanos que nos invadan de una vez y nos conviertan en otro de sus estados? Tampoco es que me convenza mucho.
ResponderEliminarSi nos pusie'ramos de acuerdo para pensar con esa cosa que hay dentro de la cabeza, quizá' alguna vez nos pondría' amos de acuerdo en barrer a los indeseables
Eliminar