lunes, 26 de enero de 2015

EDUCACIÓN CÍVICA

Caminaban ambos con paso vivo. La acera era amplia y, como ellos, otras personas con sus perros mantenían el delgado y estrecho vínculo que constituía la correa.

Él,  se sentía un poco como perseguido por las miradas de cuantos pasaban en derredor. Encontró a una conocida y se paró un instante para cambiar impresiones con ella. Sólo lo justo para no resultar descortés,  pero no pudo evitar un leve movimiento hacia un lado y otro, que su perro captó  inmediatamente, dando un abrupto tirón de la correa, que le obligó a cortar la conversación y despedirse de la dama.

Siguieron caminando. El hombre volvía la cabeza atrás  de cuando en cuando hasta que, finalmente, se aproximó al portal de una vivienda con intención de evacuar. Al punto, el perro empezó a ladrar , obligándole a desistir del intento, no sin antes lanzar un exabrupto.

En las proximidades había un parque con una zona en la que un cartel de buenas dimensiones con la figura de un hombre y un perro,  anunciaba "ZONA PERMITIDA"  y hacía allí se dirigieron.

Una vez llegaron, el hombre abrió la puerta del recinto,  el perro le soltó la correa y con un gruñido,  acompañado de un movimiento dé cabeza, le ordenó entrar.

El hombre evacuó y puso cara de satisfacción.  Seguidamente, el perro entró y recogió los excrementos, depositándolos en un recipiente al efecto.

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