jueves, 28 de enero de 2016

DE PERROS Y CIUDADANOS(?)

Gerardo Muñoz Lorente, en su interesante libro  MOMENTOS DE ALICANTE, titula un capítulo con el nombre "La ciudad y los perros" y en él hace varias referencias a situaciones ocurridas en nuestra ciudad en las que el principal protagonista era el perro.

Así,  en 1862 se alertaba de "la multitud de perros que transitan...en grave perjuicio del público" y se citaba la Ordenanza que obligaba a llevar con bozal determinadas razas de perro, con actuaciones tan drásticas como " matanza" de los que no llevaran bozal ni collar.

Ya entonces la normativa municipal obligaba a registrar a los perros y "pagar los correspondientes impuestos".

Aunque la primera razón de estas medidas tan contundentes fuera la cantidad de ciudadanos que habían sido heridos por mordeduras de perro y la constatación de casos de rabia, finalmente el capítulo acaba con la desalentadora frase :"lo de los excrementos caninos en las calles nunca llegó a solucionarse".

Uno, que no comparte esta visión pesimista de la situación,  porque existen soluciones, ha sido testigo de la aversión que se ha generado en los ciudadanos, focalizada en los perros, al encontrar en cualquier sitio de la ciudad: aceras, jardines, parques...excrementos y orines.

Cierto es que quienes merecen la repulsa y desaprobación no son los perros, sino sus dueños que, comportándose más como animales que como ciudadanos responsables, no vacilan en ensuciar la ciudad, creando una estampa de colores y olores nauseabundos que ocultan la belleza de sus rincones.

Se ha dicho repetidas veces lo de "concienciar" a los dueños de perros. Me parecería correcto si , en alguna ocasión, hubiera sido testigo de que su propietari@ le permite orinar o defecar en la puerta de su propio domicilio. Más,  no siendo nunca así ,estimo que lo procedente son severas sanciones.

Quizá si se empezara por un efectivo control sobre los perros, en ése registro municipal que debería llevarse de acuerdo con la normativa, habría posibilidades de mejorar la situación sin necesidad de exigir, como ya se planteaba en 1862 la aplicación de un impuesto a sus propietarios.

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