No
es porque se aproxime la Navidad. En cualquier época del año se me hace un nudo
en la garganta cada vez que paso junto a una persona que pide limosna o veo en
un portal, cuya capacidad lo ha permitido, a alguien, que presumo sin techo, “disfrutar”
de cobijo, al menos por una noche, aunque su colchón sean cartones y su edredón
una vieja y raída manta.
Seguramente, hasta los bancos, ésos entes insensibles, no
pocas veces dirigidos por gentes también insensibles, cumplen con el precepto
de dar cobijo a quien no lo tiene admitiendo, aunque a su pesar, a personas en
los recintos de los cajeros automáticos.
Me pregunto, no pocas veces, si ésos banqueros han pensado
alguna vez en la posibilidad de no desahuciar a quienes, de modo involuntario,
han dejado de pagar sus hipotecas porque la maldita macro-economía se ha
“cargado” la modesta micro-economía familiar, al haber propiciado, quizá
también por obra y gracia de su propio banco, que la empresa en que prestaban
sus servicios, trabajando honradamente, se haya ido al traste al no ser capaz
de atender sus obligaciones de pago ,porque han sido arrastrados por la
vorágine de los impagos de sus clientes.
Tal vez, alguno de ésos forzosos inquilinos de los cajeros
automáticos formaron, en su día, como buenos clientes, parte de la cartera del
mismo banco que ahora les “acoge”-
Mientras las cosas ocurren así, nos desayunamos
diariamente con las “maravillosas
hazañas” de tantos y tantos especuladores, políticos corruptos y empresarios
corruptores, que se empeñan en hacer crecer nuestro “cabreo” contra el sistema,
como si este tuviera culpa de todo lo que pasa.
Realmente
no creo que haya unos sistemas mejores o peores (salvo los radicales de uno u
otro lado) que otros sino que, cuando caen en manos de desalmados empeñados en
establecer su particular visión capitalista del comunismo, “lo mío para mí y lo vuestro a repartir” junto con “quien parte y reparte se queda la mejor
parte” hacen malo cuanto tocan.
Afortunadamente,
el sistema actual, por malo que sea, nos da la posibilidad de rechazar
periódicamente, por medio de las urnas, a quienes gobiernan de modo inadecuado.
El problema está, obviamente, en que opiniones hay para todos los gustos y
tanto la moderación como la radicalidad tienen seguidores, por lo que no está
garantizado, en modo alguno que la opción elegida por el votante sea la que
resulte no ya vencedora, sino la mejor para todos. Cosa que, al fin y a la
postre es lo que nos conviene porque, realmente, a lo que aspiramos es a un gobierno honrado y una convivencia
pacífica, con un nivel de vida razonable y unos servicios sociales que no dejen
de lado a ningún sector de población, por pequeño que sea.
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