DIA SEGUNDO.-He dormido bastante bien,
aunque no consigo que mi reloj biológico se olvide de tantos años de trabajo y
borre las seis de la mañana de su despertador, que es el mío.
Lo de hacer de “amo de casa” seguramente
será divertido como anécdota, pero debo reconocer una vez más la superioridad
del “sexo débil”(¿?) en cuanto a las labores domésticas, tan arduas y poco
agradecidas. Hoy han sido dos lavadoras y eso que acabo de empezar.
Después de un desayuno, como casi
siempre, no demasiado copioso, he seguido el ritual dominical, con la lectura
del periódico. ¡Que pocas alegrías proporciona! Si, al menos, cuando habla de
corrupción fuera para decir que, gracias al dinero recuperado , se ha
conseguido reducir el déficit público o reabrir algún hospital, o empezar una
obra NECESARIA (esto lo pongo
bien claro, porque tampoco me gustan las estaciones y aeropuertos “fantasma” y
tantas otras cosas similares). Pero no.
Una llamada al teléfono me pone en
contacto con mi “viajera chilena”. Ambos nos enviamos un beso virtual y nos
damos una breve charla, pues no queremos que las compañías telefónicas se beneficien,
digamos que “ladronamente” de nuestra necesidad
de comunicación. Quizá algún día podamos conocer la razón de que sus
precios sean tan abusivos, en comparación con los que cobran en los locutorios. ¿Por qué será?
Hoy estaba invitado a comer cocido con
pelotas y hubiera sido, además de ingrato, un poco tonto no aceptar algo tan
sublime en un día como el que hemos tenido, con viento desapacible y frio. Cuando
no me han visto, me he chupado los dedos. He disfrutado de buena compañía y
después, he vuelto a la dulce ( y hoy más silenciosa) paz del hogar, donde he seguido con
el sudoku . Después he ido a la iglesia de al lado.
Cada vez que oigo lo de las Bodas de
Caná se me viene, inevitablemente, a la cabeza no la imagen de Jesús
convirtiendo el agua en vino (es decir, algo bueno pasa a ser mejor) sino la de
ésa cantidad de gente que nos “agua” todos los días quitando y recortando por
nuestro “aquí”, pero nunca por su “allá”.
He conectado el ordenador, intentando
ser un poco más rápido en contestar a los correos de los que me favorecen con
su atención, pero debo reconocer que no pocas veces resulta una labor
ardua, que me intenta encadenar más de
lo que quisiera aunque, por el momento me voy escapando.
La ropa que he tendido esta mañana
estaba, toda, seca. La he recogido y distribuido
de la mejor manera que he sabido.
Una cena corta y no demasiado calórica
ha intentado compensar el exceso de calorías del cocido con pelotas y,
seguramente, lo ha conseguido.
No había grandes cosas que ver en la
tele, así que he visto una comedia y cuando el sueño me ha llamado no he sido
demasiado remiso en dejarme llevar. ¡Hasta mañana!
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