DOCEAVO DIA.-Hoy toca, de nuevo,
lavadora en cuyo tema ya voy adquiriendo experiencia que me servirá, según dice
ella (sic)”para cuando me quede viudo”, lo cual sería como contradecir las
normas básicas de la naturaleza; a saber: el más débil es el que antes “la
palma” y no creo que, a estas alturas alguien tenga dudas sobre quién es el más
débil. Bueno, a lo que iba. Mientras la lavadora hace su trabajo yo hago los
otros: airear la casa, ducharme, afeitarme, etc.
Tiendo la ropa y dejo listo el baño. La
casa está fría, pero el día también ha amanecido así, de manera que cierro de
nuevo. Desayuno y escribo un poco.
Ayer hablé con Mb para ver a qué hora
abría la tienda y hoy me planto allí justo cuando su marido la está ayudando a
abrirla. Nos saludamos y damos noticias. Recojo los tres paquetes de velas para
P. Quedamos en que , cuando vuelvas, la llames para quedar un día en ir a
comer.
Cuando llego a Calpe P está ocupado, así
que me siento en el último banco de la iglesia. Admiro el último fresco que han
pintado junto al altar y que representa a Jesús y los pescadores recogiendo las
redes llenas de peces. También rezo un poco, cosa que he descubierto con los
años que no me causa ningún trauma y como es lo que me apetece, pues eso.
Cuando queda libre P hablamos de varios
temas. Como hace un día extraordinario decidimos ir hacia la playa a comer. Nos
sentamos en plan extranjero, en una mesa sol y sombra, cara al mar y pedimos el
menú del día.
Entre bocado y bocado admiramos el
espectáculo de la mar en calma, sus tonos azules, las suaves olas y el cielo
limpio que no parece sino una prolongación del mismo mar.
A lo lejos, varias barcas vuelven a
puerto y las gaviotas forman figuras revoloteando sobre ellas y, de cuando en
cuando, lanzándose en picado para recoger algún pescado.
La semana que viene es su “cumple” (el de P) y
empezará a hacer gestiones para su jubilación y a esperar destino, porque tiene
intención de seguir en la brecha y no me extraña, se siente acogido por la
gente. Como siempre, paramos continuamente a saludar a personase que me presenta.
Ya conozco a medio pueblo.
En la mesa de al lado se sienta un
matrimonio que resulta ser de Santapola y conocían a P. hablamos y resulta que
conocen a P y RM; quedamos en transmitir los saludos a cada uno.
Cuando vamos a pagar nos dicen que el
dueño invita. Le damos las gracias y nos vamos andando tranquilamente hacia
donde he dejado el coche.
Quedamos en fijar una reunión para el
mes de marzo.
Me dedico a preparar este diario antes
de cenar y hasta aquí llego. Ya seguiré.
Veo un par de capítulos de la serie “The
Pacific”, sobre la guerra de los americanos contra los japoneses. De una
realidad asombrosa y con escenas lo suficientemente crueles y duras como para
odiar la guerra más que a nada. Durante unos minutos, en un asalto a un poblado
en el que los japoneses se escudaban en los civiles, uno de los protagonistas
encuentra a una mujer gravemente herida. Esta, con la mirada y los gestos le
induce a aproximar su fusil y apoyarlo contra un ojo, suplicando por que acabe su
dolor. El soldado, después de unos breves instantes de duda aparta el arma y
abraza tiernamente a la mujer, acariciándola, hasta que esta fallece. A partir
de ahí, el soldado que había matado a muchos enemigos, siente algo en su
interior que le hace cambiar.
Me voy a la cama. Espero que tú y tus
amigas lo estéis pasando bien. Besos y que descanséis. Hasta mañana
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