CUARTO DIA.-Me he levantado temprano,
con la sensación de no haber dormido nada. Excepto eso, hoy podría haber sido
un día como los demás. No diré que anodino porque, afortunadamente, siempre hay
algo distinto. Hoy ha sido algo especial escuchar por la radio la existencia de
“Macarrón solidario” una organización privada y solidaria que, si
bien hoy se dedica a cocinar macarrones para quienes tienen hambre, nació
sencillamente, al encontrarse el matrimonio fundador con que sus hijos no iban
a comer a casa y la paella estaba ya en la mesa.
¿Qué podían hacer para aprovecharla?
Pues decidieron salir a la calle y compartirla con quien no tenía nada para
llevarse a la boca. Podían haberla guardado para el día siguiente, haberla
tirado a la basura. Pues no, decidieron que la solidaridad era el mejor modo no
de demostrar algo, sino de sentir algo. Ser solidario.
Los telediarios siguieron después
mostrando su ración de basura, junto con los respectivos “ventiladores” ; es
decir, los que se dedican a esparcirla por todos los rincones ( aquí habría que
aplicar, con las modificaciones pertinentes, aquello de :”si no se puede llamar burro a un político, ¿se puede llamar político a
un burro?”)
Me pregunto y, a mi vez, pregunto: “¿Es de fiar un político que hace todo lo
contrario de lo que prometió?”; “¿Es de
fiar un político que no decía ni “mu” cuando estaba en el gobierno y pudo hacer
algo y no lo hizo, dedicándose ahora a criticar todo lo que se pone por
delante?”; “¿Es de fiar Hacienda cuando dice que alguien no se ha acogido a una
amnistía fiscal y el que no decía ni “mu” afirma todo lo contrario?”
Demasiadas preguntas y no es ni siquiera
un atisbo de lo que cualquiera podría sugerir. Bueno, sigo con la programación
de los martes, que incluye esas gratificantes clases de Inglés. La primera con
Ana, cuya juventud, brío y ganas de trabajar nos obligan a implicarnos en la
tarea del aprendizaje para corresponder ( al menos intentarlo) al interés que
pone.
Después la clase con Pedro, profesor jubilado
que, de manera altruista, desinteresada, gratuita, solidaria y amablemente, nos
dedica una hora intentando que nuestras lagunas idiomáticas de Inglés sean
menos profundas y, si salimos al extranjero, sepamos buscar el baño o pedir un sándwich.
O sea, que hoy he tenido más razones
para confiar en la humanidad que otros días, pese a los interrogantes los
cuales, mucho me temo, continuarán asediándonos mientras no haya el suficiente
coraje para cambiar la situación. O sea, hay que conjugar el verbo cambiar en
todas sus personas y tiempos. ¿Empezamos?
Yo cambio, tu cambias, el cambia,
nosotros cambiamos, vosotros cambiáis, ellos cambian.
Ahora viene lo de aplicarlo a cada uno y
hacerlo efectivo trabajando.
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