miércoles, 23 de enero de 2013

DIARIO DE UNA AUSENCIA




CUARTO DIA.-Me he levantado temprano, con la sensación de no haber dormido nada. Excepto eso, hoy podría haber sido un día como los demás. No diré que anodino porque, afortunadamente, siempre hay algo distinto. Hoy ha sido algo especial escuchar por la radio la existencia de “Macarrón solidario”  una organización privada y solidaria que, si bien hoy se dedica a cocinar macarrones para quienes tienen hambre, nació sencillamente, al encontrarse el matrimonio fundador con que sus hijos no iban a comer a casa y la paella estaba ya en la mesa.
¿Qué podían hacer para aprovecharla? Pues decidieron salir a la calle y compartirla con quien no tenía nada para llevarse a la boca. Podían haberla guardado para el día siguiente, haberla tirado a la basura. Pues no, decidieron que la solidaridad era el mejor modo no de demostrar algo, sino de sentir algo. Ser solidario.
Los telediarios siguieron después mostrando su ración de basura, junto con los respectivos “ventiladores” ; es decir, los que se dedican a esparcirla por todos los rincones ( aquí habría que aplicar, con las modificaciones pertinentes,  aquello de :”si no se puede llamar burro a un político, ¿se puede llamar político a un burro?”)
Me pregunto y, a mi vez, pregunto: “¿Es de fiar un político que hace todo lo contrario de lo que prometió?”;  “¿Es de fiar un político que no decía ni “mu” cuando estaba en el gobierno y pudo hacer algo y no lo hizo, dedicándose ahora a criticar todo lo que se pone por delante?”; “¿Es de fiar Hacienda cuando dice que alguien no se ha acogido a una amnistía fiscal y el que no decía ni “mu” afirma todo lo contrario?”
Demasiadas preguntas y no es ni siquiera un atisbo de lo que cualquiera podría sugerir. Bueno, sigo con la programación de los martes, que incluye esas gratificantes clases de Inglés. La primera con Ana, cuya juventud, brío y ganas de trabajar nos obligan a implicarnos en la tarea del aprendizaje para corresponder ( al menos intentarlo) al interés que pone.
Después la clase con Pedro, profesor jubilado que, de manera altruista, desinteresada, gratuita, solidaria y amablemente, nos dedica una hora intentando que nuestras lagunas idiomáticas de Inglés sean menos profundas y, si salimos al extranjero, sepamos buscar el baño o pedir un sándwich.
O sea, que hoy he tenido más razones para confiar en la humanidad que otros días, pese a los interrogantes los cuales, mucho me temo, continuarán asediándonos mientras no haya el suficiente coraje para cambiar la situación. O sea, hay que conjugar el verbo cambiar en todas sus personas y tiempos. ¿Empezamos?
Yo cambio, tu cambias, el cambia, nosotros cambiamos, vosotros cambiáis, ellos cambian.
Ahora viene lo de aplicarlo a cada uno y hacerlo efectivo trabajando.

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