Hace
unos días, paseando por una estrecha calle en la que la suciedad de los
edificios no dejaba en muy buen lugar a sus propietarios, advertí que de uno de
ellos colgaba un enorme cartel con una panorámica espléndida de la ciudad, en
contraste con las viejas y deslucidas paredes. Al pie del cartel, un rótulo
anónimo expresaba:”APRENDER ES DESCUBRIR QUE ALGO ES POSIBLE”.
Si
hubiera estado en mi mano, me habría gustado arrancar el rótulo y, tal vez,
ponerlo en la pared de la pequeña habitación en la que intento mantener las
escasas pertenencias que, relacionadas con mis aficiones, todavía conservo
después de haberme librado de multitud de objetos inútiles e innecesarios. Esos
objetos que solemos guardar “por si acaso” y que jamás tienen uso, pero ocupan
un sitio mientras se dedican a recoger el polvo de alrededor.
No
he podido dejar de pensar en lo ajenos que nos sentimos, tantas veces, a la
oportunidad de aprender. Olvidamos aquello tan antiguo de “el saber no ocupa
lugar” y ,en su lugar, nos excusamos con:”trabajo tantas horas que no me queda
tiempo” o “los niños me ocupan mucho” o
cualquier otro argumento de esa lista interminable de razonamientos que, aun siendo ciertos, en
realidad lo único que hacen es tratar al saber como a un objeto de esos que nos
regaló la tía el día de la boda y que no sabemos dónde ponerlo, pero no nos
atrevemos a tirar. Como si al saber pudiéramos exigirle, al igual que a una
moto que tenga aceleración o a una higuera que dé fruto, su utilidad inmediata.
El
saber es mucho más que eso. No necesitamos asomarnos mucho a la historia para
encontrar continuos precedentes de personas que, porque APRENDIERON algo,
SUPIERON qué hacer en un momento determinado,
aunque no fuera inmediato.
La
búsqueda del saber es, además, una aventura fascinante cuyo inicio puede
producirse en el momento en que queramos, pero que no tiene fin, porque cada
minuto que permanezcamos en ella nos abrirá la puerta hacia cualquiera de sus
innumerables caminos, que podremos recorrer –si así lo deseamos- con serenidad
o con avidez. Todo dependerá del hambre de conocimientos que tengamos.
Muy
acertadamente se dice :”quien tiene la información tiene el poder”. Prefiero,
sin embargo esta otra frase:”quien
ENTIENDE la información, tiene el poder”. Poder, al menos, de decidir cómo va a
actuar, en consonancia con ése saber que ha obtenido. Aunque, para muchos, lo
mejor, lo más fácil es no saber nada, ignorando así que el hecho de desconocer
no es un eximente pero sí una barrera infranqueable que puede perjudicar a la
hora de hacer uso de los derechos individuales por no conocer su alcance.
Nada
hay que se pueda obtener ( al menos honradamente) sin esfuerzo. El saber, el
conocimiento, no tiene por qué ser una excepción. Sin embargo los beneficios
que aporta son absolutamente desproporcionados, por exceso, con el coste de
obtenerlos, aunque en ese momento no lo parezca.
Podemos,
si así nos place, recrearnos en nuestra ignorancia, podemos esperar que sea
otro el que resuelva el problema, el que arregle la situación. No habrá un
futuro para cada uno de nosotros si no
nos implicamos, si no entendemos que es cosa personal y, como tal, debemos
poner manos a la obra para resolverla. De no hacerlo, seremos tan ineptos, tan
corruptos, tan irresponsables… como cualquiera de ésos otros contra los que ,
acaloradamente, nos dedicamos a
despotricar delante de la taza de café sin hacer nada más, porque nuestra
omisión nos habrá convertido en cómplice
de ellos.
Quizá
esto es demasiado pensar y alguien dijo, muy acertadamente, que “pensar es una
tarea tan ardua que muy pocos se dedican a ella.
Pongo aquí este comentario por no tener, a mi entender, otro sitio mejor. ¿Qué ha pasado con la entrada "Gente, Bancos y Políticos"? Intento entrar y dice que no existe la página.
ResponderEliminarHace unos días hubo un problema y se duplicó alguna entrada que después suprimí. No recuerdo si fué la que indicas, pero acabo de entrar y la he leido sin problemas
EliminarEs del 16 de noviembre de 2012