miércoles, 27 de marzo de 2013

MULTAS DE TRÁFICO





            Con relativa frecuencia aparecen, en los medios de comunicación, referencia a las multas de tráfico y los radares achacándoles “afán recaudatorio”. No diré que este es un factor a despreciar, pero quisiera incidir en una cuestión importante.
            Todos los que hemos elegido vivir en sociedad somos titulares, como ciudadanos, de unos derechos los cuales no nos eximen de cumplir las obligaciones que se derivan de la legislación vigente en la población o país de residencia. Por ello, entiendo que inscribir el tema de las sanciones o multas por incumplimiento de alguna ley, cualquiera que sea, al tema estrictamente económico, no deja de ser una falacia e instrumento de  retórica y demagogia.
            Está claro que hay normas que nos parecen injustas, pero son legales. Por ello, el único mecanismo ordenado que nos puede llevar a suprimirlas o mejorarlas es el que hemos establecido a través de los medios democráticos aceptados por la mayoría.
            Si nos ceñimos al tema del tráfico, debemos reconocer, en conciencia, que no pocos conductores se exceden en la velocidad, aparcan sobre la acera, en doble fila o sobre pasos de peatones porque están más cerca de ése bar en el que están tomando cerveza, o de ése mercadillo al que han ido a comprar la verdura. Obviamente, si todos los ciudadanos hacemos lo mismo se creará un caos que es el que se ha pretendido evitar emitiendo una norma que prohíbe los aparcamientos inadecuados.
            Está claro que éste es un tema menor comparado con otros como el asalto o el asesinato y lo procedente sería graduar su cuantía en función del peligro o molestias que se ocasionan, pero ¿cómo estimar el número de peatones afectados? ¿Acaso es posible adivinar que alguien puede ser atropellado porque un vehículo en doble fila le ha obligado a pasar por la calzada? ¿Es, siempre, el exceso de velocidad causa de tragedias?. Son muchos los ejemplos que se pueden sugerir como causas de situaciones fatales e imprevisibles, que no liberan de responsabilidad al causante, ya sea por acción u omisión y que se pretenden evitar con ésas normas que, no pocas veces, nos disgustan pero que previenen males mayores.
            Seguramente soy una persona rara, porque cuando conduzco y utilizo el navegador no aplico la opción de “aviso de radar” y procuro circular a la velocidad establecida, aunque me vea acosado en bastantes ocasiones por conductores que creen que la carretera es un circuito de pruebas y soy un estorbo para sus demostraciones de habilidad al volante.
            Quizá el problema nuestro, como españoles, radica en la mala educación cívica, que no nos hace pensar en el posible perjuicio causado a los demás por el hecho de hacer las cosas a nuestra comodidad, lo cual no impide (faltaría más) que nos sepa a cuerno quemado cuando somos nosotros los perjudicados por la acción de otro.
            Así nos va.

3 comentarios:

  1. El evitar la sanción está en nuestras manos, lo cual no quita que haya radares en sitios en los que no viene a cuento y no los haya en otros en los que vendrían muy bien. En esto es en lo que podría haber razones recaudatorias. Por ejemplo, estás en una recta con limitación de 50 y frente a ti ves la señal de 90. Aceleras para llegar a esos noventa, permitidos unos metros más allá, y un radar situado un poco antes de dicha señal de 90 te sanciona. Esta es una situación real y no me han sancionado en ese lugar porque menos mal que ya lo sabía.

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  2. Es posible que no haya expresado claramente que a lo que me refiero es a la educación cívica, al margen de que haya situaciones en las que ., aunque sea como indicas, en todo caso hay unas señales de circulación que, en general, benefician a todos.
    Como es obvio, es cuestión de opiniones.

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  3. Te has expresado perfectamente y así lo he entendido. La educación cívica es imprescindible y deberíamos obedecer lo que indican las señales por nuestra propia seguridad y la de otros y no por el temor a la sanción. Mi comentario va también en ese sentido. Esa misma educación cívica deberían aplicarla los que sitúan los radares y las señales en lugares inadecuados sólo con criterios sancionadores y no de seguridad vial.

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