Tengo
la fortuna de contar, entre mis amigos, a varios profesionales de la enseñanza.
Algunos de ellos comparten conmigo la etapa de la jubilación, mientras otros,
los unos muy jóvenes y los otros menos, ejercen con toda dignidad esta
vocación, que no profesión, intentando transmitir a otros sus conocimientos.
Yo
mismo he tenido la oportunidad de ejercer, aunque no en demasiadas ocasiones,
como enseñante, que no profesor, en lo que he puesto mi empeño con la misma
energía que en el trabajo cotidiano, intentando transmitir mi escaso saber y
procurando no hacer llegar a mis alumnos ni un ápice de mi ignorancia, sin duda
muy superior a aquél.
Quizá
por estas razones, al haber , recientemente, leído y visto reportajes acerca de
la falta de conocimientos de algunos maestros, que ha sido objeto de reiteradas
críticas y expuesta a la opinión pública como ejemplo, no acierto a saber muy
bien de qué, he decidido que debo romper una lanza a favor de ellos porque, en general, su trabajo no es lo
suficientemente apreciado por parte de algunos padres ni alumnos y, por otro lado, nuestros políticos
no se han distinguido nunca por su afán en dotar a la enseñanza de los medios
necesarios para obtener un alto nivel de calidad. ¿Alguna vez, antes de
implantar una modificación en el sistema educativo, se tuvo en cuenta la
opinión de las partes implicadas?
Ni
todos los maestros son unos ignorantes, ni todos los que ejercen la profesión
de enseñar son maestros. Habrá muchos que no han tenido otra opción para
conseguir el dinero que les permita satisfacer sus necesidades primarias.
¿Acaso debemos culparlos por ello?
¿Alguien
se ha planteado que un elevado porcentaje de ignorancia entre los alumnos de
una clase no es problema de ellos, sino del profesorado, incapaz de
transmitirles interés por los conocimientos? Quiénes enseñaron a estos maestros
que ahora se exponen a la opinión pública como ejemplo de un mal sistema
educativo, ¿fueron exigentes, como hay que serlo en un tema tan serio?; ¿les
permitieron avanzar a otros cursos conscientes de su ignorancia?
Cualquier sociedad
que quiera alcanzar un desarrollo sostenible no puede plantearse la educación
como un asunto intrascendente, o de economía y, por tanto, prescindible o que
se puede relegar a segunda fila, si hay que elegir.
Por otra parte,
la formación de una persona sin inculcarle valores (seguro que alguno se
preguntará de qué estoy hablando) como esfuerzo, respeto o responsabilidad, supone dejar de lado el
componente humano de la formación con lo que es posible que consigamos formar
expertos profesionales y técnicos, capaces de reclamar los derechos que les
corresponde como miembros de la sociedad, pero ignorantes de los deberes y
cargas que conlleva el ser parte de la misma.
Lamentablemente,
temo que ninguno de los políticos que están en primera fila sea capaz de hincarle
el diente a este asunto. Unos y otros están demasiado ocupados en convencernos
de que debemos apretarnos el cinturón o que su oponente tiene la culpa y todos,,
seguramente, preferirán que no haya demasiada formación, porque quien sabe es
capaz de pensar , deducir y preguntar, lo cual sería demasiado incómodo, porque
habría que dar muchas explicaciones.
Dedicado a mis queridos amigos Pepe y Rosa Mari
Incluso es posible que si la formación fuese buena acabaríamos teniendo buenos políticos
ResponderEliminarCreo que ambos hemos compartido buenos y malos profesores, pero había alicientes para no perder el afán de saber.
EliminarLamentablemente se ha apartado la enseñanza en favor del beneficio a corto y medio plazo, cuando ganar dinero es más importante que estudiar.
Actualmente asisto a clase de inglés en un centro de formación para adultos y hay un porcentaje elevadísimo de jóvenes que tienen sólo la enseñanza básica y ahora, estando en situación de desempleo, intentan formarse para poder acceder a un puesto de trabajo.
Muchos políticos hicieron una trayectoria parecida. De la escuela a la política, sin haber aprendido eso de "con el sudor de tu frente"