Con el mismo asombro que el protagonista de la noticia, me entero del rechazo a la cesión de una vivienda para acoger a refugiados sirios " por carecer de ascensor".
Si el perplejo ,generoso y solidario ciudadano está todavía traumatizado, cuanto más no lo estará cualquier refugiado,sirio o no, que vea cómo él y su familia, "acostumbrados" por los avatares de la guerra a malvivir entre casas derruidas, enrollados en una manta agujereada, se ve en la calle bajo el frío manto de las estrellas.Y todo, "porque la casa no tiene ascensor".
Es sorprendente que los avances de la tecnología, el I+D+i, el progreso en suma, no hayan sido capaces de vencer la inercia de unas normas, válidas sin duda en circunstancias normales, pero que pierden toda virtud al enfrentarlas a una situación de necesidad.
Cuando los refugiados sirios acudan a un comedor social, me pregunto si les darán primero nociones de protocolo, no sea que utilicen el cuchillo equivocado para partir el filete.
Afortunadamente, una de las principales prioridades de actuación de nuestros gobiernos, según prometieron en las pasadas elecciones , eran las cuestiones sociales...
Seguramente, me dirán, que " cada maestrillo tiene su librillo". Sin embargo, me niego a considerar lo de "deja al maestro, por burro que sea.
La solidaridad no es cuestión de normas ni de ideas políticas. Es cuestión de necesidad y empatía.
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