Cuando
era joven(de eso hace ya mucho tiempo),
mi padre solía decirme:”a ver con quien te juntas” y creo que, aunque he metido
la pata en más de una ocasión, el balance general ha sido positivo, si lo
interpreto desde el punto de vista de esa parte de la sociedad que todavía cree
en la existencia de valores, más allá de los bursátiles, y a la que creo
pertenecer.
En
consecuencia, cuando escucho o leo por n-ésima vez noticias sobre el caso Bárcenas
o el caso Noos y las repercusiones que van teniendo en los diversos actores de
su reparto, vuelven a mi mente aquéllas palabras tan sabias que tuve la suerte
de escuchar y, aunque a veces con cierta rebeldía, atender. Creo que, entonces,
no comprendía bien aquello de “un futuro mejor”. Ahora, con toda claridad,
cuando mi futuro es ya cosa sin importancia y puedo juzgar con cierta
imparcialidad mi pasado, entiendo que “lo mejor” no siempre es lo más caro, lo
más fácil o lo que me han querido “regalar” y, aunque es cierto que la vida en
sociedad(al menos en esta que hemos creado) tiene, en bastantes ocasiones ,cierta
similitud con la de la selva virgen, no lo es menos que hay cierto grado de
libertad para elegir entre formar parte de las hienas que siempre están
buscando carroña o intentar apartarse y buscar otro modo de vida.
Hoy,
quizá, el problema es que las “amistades peligrosas” no se limitan a sablear o
aprovecharse más o menos de los inocentes. Por lo que se ve, un buen número de
esas “amistades” nacen ya con la desconfianza propia de los rufianes (quizá
porque realmente así sea) . De otro modo no se explica que, cuando hay una
desavenencia, siempre alguien se ha cuidado de escribir, copiar, escanear,
grabar o fotografiar reuniones, conversaciones, documentos, en los que se deja
entrever con mayor o menor claridad que el otro no es tan inocente como
manifiesta y que el acusado en realidad es una víctima.
La
Justicia, ésa señora aparentemente ajena a la subjetividad, ha perdido ( o así
lo parece ) parte de ése virginal encanto y también paulatinamente la confianza
social depositada en ella, bien porque sus representantes no son lo ejemplares
que debían , bien porque agobiada por el peso de las cargas que gravitan sobre
ella apenas puede moverse y ésa lentitud hace que pierda efectividad, tornándose
en injusta cuando es incapaz de reparar el daño.
Decía
el antiguo saber: “pleitos tengas y los ganes” como dando a entender que la
Justicia no iba a ser barata. Ahora se pone más de manifiesto ante las subidas
de tasas judiciales, que harán a más de un inocente plantearse su reclamación,
mientras que los de siempre se frotarán las manos, puesto que pueden permitirse
el lujo de pagar y esperar, sin que el veredicto final les descomponga el
gesto, dada la naturaleza granítica de su faz.
Creo
que era Churchill quien decía: “la democracia es el peor de los sistemas, si
excluimos a todos los demás”. Algo así habría de decirse de la Justicia, que
hoy-tal vez- debería escribirse con minúscula.
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