Durante
largo tiempo, demasiado quizá, los trabajadores de la Caja de Ahorros del
Mediterráneo (CAM) , hoy Sabadell CAM y quienes lo hemos sido en alguna de las
etapas de nuestra vida laboral, encontrándonos actualmente en cualquiera de las
situaciones pasivas (desempleo, jubilación, invalidez), hemos venido soportando
estoicamente no pocas escenas y comentarios desagradables, protagonizados por
clientes cuya confianza en la entidad se había visto vulnerada.
Aceptando
el sentimiento de defraudación de los clientes, solo comparable con el de los
propios trabajadores, protagonistas sin quererlo ni saberlo de acciones y /u
omisiones presuntamente delictivas orquestadas por políticos y personal
directivo de dicha entidad, solo cabe expresar nuestro sentimiento y empatía
hacia aquéllas personas que han sufrido menoscabo en su patrimonio, sin que
ello sea óbice para que continuemos mostrando nuestro orgullo de pertenencia a
una organización con una larga trayectoria de trabajo fiel y servicio honesto
hacia los clientes, contra los que la mayor parte de los trabajadores, serios y
honrados profesionales, jamás realizaron acciones deshonestas.
Aquí,
como dicen que sucede en los naufragios, “las ratas son las primeras que
abandonan el barco”, eso sí, dotándose de buenos “chalecos salvavidas” y
mirando hacia otro lado mientras los clientes se arruinaban y los trabajadores,
colaboradores involuntarios en sus nefastas actuaciones se veían abocados a
aceptar, por la fuerza, nuevas y peores situaciones de trabajo o un futuro
incierto en el que el desempleo era el primer escalón en el descenso hacia
modos de vida más precarios.
Es
cierto que la CAM ya no existe y la situación se presenta como irreversible,
pero no lo es menos que fue una gran empresa, que prestó grandes servicios a la
sociedad a lo largo de su trayectoria y que su proyecto solo se vio truncado presuntamente
cuando los indeseables tuvieron el poder en su mano con la connivencia de
quienes, faltando a sus deberes para con
esa misma sociedad y sus ciudadanos, presuntamente utilizaron sus facultades en el propio enriquecimiento.
Emulando
la frase del Presidente de EEUU, creo que podemos decir con orgullo, “YES, WE
CAM”. Nosotros somos CAM y eso nadie puede quitárnoslo.
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