(Relato corto que se publicará , por entregas,cada día hasta el 12 de Noviembre de 2014)
Ana
entró en el vestíbulo del edificio, saludando al vigilante de seguridad:”Hola, Víctor, ¿Qué tal se ha iniciado el
día?” y continuó:”¿Ha salido ya la señorita?”. Este respondió: “El día se ha iniciado tranquilo: tan solo
ha venido por aquí el repartidor del supermercado quien, me ha dejado una caja
con la compra que hizo ayer tu señorita, pues no hay nadie en casa”
“¡Que
extraño!”, pensó Ana y, tomó el ascensor hacia la
tercera planta, donde vivía Laura Bermúdez, para la que trabajaba como asistenta.
Se sobresaltó cuando la impersonal voz del ascensor anunció: “Ha llegado Vd. a la planta tercera”.
El pasillo, oscuro, se iluminó al activarse el detector de presencia. Frente al
espejo se estiró el cuello de la blusa y
removió, apenas, los rizos que caían sobre su frente. Después, considerando que
todo estaba en orden, se dirigió hacia
el apartamento 3B.
El ambiente era silencioso,
interrumpido solo por el leve zumbido de la lámpara de neón sobre uno de los
cuadros que componían la decoración.. Apenas lo miró. No entendía de arte y, al
contemplar aquél amasijo de líneas de colores sin alguna forma reconocible, le
vinieron a la mente los garabatos de su
sobrino.
Suavemente, golpeó la puerta al
llegar a su altura, como acostumbraba desde aquélla ocasión en que descubrió a Laura en
una situación comprometida, con otra persona. Nadie respondió, de modo que
introdujo la llave en la cerradura y abrió. El pestillo cedió inmediatamente, algo extraño, ya que lo habitual es que tuviera que dar
varias vueltas a la llave. Con voz suave
llamó: “¡Laura, Laura!, ¿dónde
estás?”.
No
obtuvo respuesta. Avanzó unos pasos al oír algo. En ese momento un reloj de cuco
empezó a sonar. Mecánicamente miró su reloj de pulsera. Eran las ocho en punto.(continuará)
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