El
sonido, en principio lejano, de varias sirenas de policía fue haciéndose más
intenso y se detuvo bruscamente. Casi de inmediato el vigilante apareció, acompañado de dos hombres de paisano
y varios uniformados. Quien parecía estar al frente del grupo se dirigió a Ana
mostrándole una acreditación. “Soy el
Inspector Suarez y este es el Forense,
Dr. Benítez”. Al tiempo hacía señal a los otros hombres que se
dirigieron al interior del apartamento.
“¿Puedo
hacerle unas preguntas, señorita?” dijo el inspector Suarez a Ana, que musitó.
“Bien” y, de una andanada, aquél las
formuló todas: “¿Fue Vd. quien encontró
el cadáver?” “¿A qué hora?””¿Cuándo la vio viva por última vez?”.
Ana, aturdida aún , le miraba con
expresión ausente. Sus ojos estaban enrojecidos. Retorcía entre sus manos un
pañuelo, humedecido por las lágrimas y manchado de rímel y carmín. Como si
estuviera narrando una novela, comenzó a hablar: “Encontré el cadáver cuando fui
a correr las cortinas y abrir las ventanas; sé que eran las ocho en punto,
porque, apenas entré en el apartamento, sonó el reloj de cuco y miré el mío de
pulsera. Dejé a la señorita Laura a las siete de la tarde.
Cuando llegué esta mañana, la puerta no estaba cerrada con llave; me pareció
extraño y llamé, pero no recibí respuesta. Ella estaba tendida en el suelo…”
Su voz se cortó con un sollozo pero, reponiéndose, continuó:”…tenía los ojos muy abiertos y miraba al
techo. Un cuchillo de trinchar carne estaba clavado en mitad de su pecho”.
El
Inspector tomaba notas en su libreta. “Dígame, ¿vino alguien a cenar anoche?”. Ana respondió: “No lo podría asegurar, porque suele encargar la cena en el restaurante
de la esquina, El Cisne Blanco”.
En
ése momento, apareció el forense. “Inspector
–dijo- no hay otro signo de violencia que
el cuchillo clavado en el pecho. Es el de su propio servicio, porque hay un
plato con carne de la que ella tiene restos
en la boca. Todavía sostiene el tenedor en su mano izquierda. Fue un
golpe certero, le partió el corazón. La muerte debió suceder entre las ocho y
las once de la noche de ayer”
(continuará)
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