“Señor Domínguez,
siguió el detective Antón dirigiéndose a otro de los testigos, bajo la atenta
mirada del Inspector Suarez, afirma que su visita apenas duró cinco minutos, pero
según hemos podido ver en las grabaciones de seguridad tardó, al menos, quince
minutos en abandonar el edificio. ¿Puede explicar la razón?”
Aquél
respondió: “Habrá advertido una leve
cojera en mi pierna izquierda. El ascensor estaba siendo revisado y hube de bajar andando las escaleras, cosa que tuve que
hacer lentamente. Estoy seguro de que llegué a la cita que tenía con la señorita
Laura a las 20,15 y salí no más tarde de las 20,25 de su apartamento, ya que no
tenía objeto prolongar la visita, puesto que ella decidió no aceptar mi oferta
de trabajo.
“Entonces, ¿no cenó Vd.
en casa de la señorita Laura?” preguntó el Inspector
Suarez.
“Así es. Al salir de la
casa decidí entrar en el Restaurante el
Cisne Blanco; allí tomé Sopa Castellana y Entrecot a la Pimienta, un café y una
copa de pacharán”. Fue la respuesta del Sr. Domínguez, que continuó:”el maître le confirmará que rechacé la
carta de vinos y bebí agua, al no satisfacerme ninguno de los que me ofreció”.
“Perfecto, dijo
el Inspector Suarez, “lo comprobaremos”.
“¿Y Vd. Sr. Soria, dónde cenó anoche?” continuó, dirigiéndose, por último,
al tercer testigo.
El
aludido sacó del bolsillo interior de su chaqueta una pitillera, tomó un
cigarrillo, lo golpeó suavemente contra el estuche y pidió fuego. El detective
Antón le acercó un mechero y aquél dio una profunda bocanada lanzando el humo
hacia el techo. Habló seguidamente: “No
creerá señor inspector que voy a cambiar
mi declaración de hace apenas una hora. Como indicaba, cené sólo, en mi
casa. Fue una cena frugal, un pescado azul a la plancha y de postre yogur de
soja. Tengo el colesterol alto y no puedo permitirme muchas satisfacciones
gastronómicas”.
“¿Eso fue todo lo que
cenó?¿Hacia qué hora, aproximadamente?” Inquirió el Inspector
Suarez.
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